Enseñando a sonreir

En los campos rohingya de Bangladesh hay poco que celebrar y mucho que olvidar. Pero para muchos niños y niñas el comienzo de curso se vive como una auténtica fiesta. Basta con preguntarles para descubrir por qué:

Educación niños rohingya. Unidos por rohingya UNICEF.

“Llevo casi un mes viniendo a clase”,  cuenta Minara, de 11 años. Tuvo que dejar la escuela al llegar a Bangladesh porque los centros de aprendizaje a los que acudía estaban embarrados y eran demasiados calurosos. Pero ahora, “es muy bonita y no está embarrada”, asegura mientras observa su nueva aula en el campo de Kutupalong.

Unidos por rohingya. Vuelta al cole UNICEF.

“Antes de poder ir a clase era muy difícil hacer amigos”.  Motalab, de 12 años, no podía ir a clase a causa de su ceguera. Ahora es uno de los 600 niños con capacidades diferentes que podrán comenzar el curso este año. “A mi madre le preocupaba que me pasara algo camino a la escuela.” Por eso durante un mes, su profesora Shahin, le acompañó de camino al colegio y ahora es capaz de ir solo con la ayuda de su hermana. Desde que empezó a ir a la escuela su estado de ánimo ha mejorado visiblemente, es más extrovertido y dice que le encanta la poesía.

Colegio campo refugiados rohingya. Unidos por rohingya UNICEF.

El padre de Yasmina, de 12 años, fue asesinado en Myanmar. Cuando empezó las clases tenía problemas en el habla y el aprendizaje. Hoy vuelve a sonreír y nos cuenta: “tengo un montón de amigos. Ellos me ayudan a estudiar”.

Más de 145.000 niños como Minara, Motalab y Yasmina, están acudiendo a los 1.6000 centros de aprendizaje apoyados por UNICEF. Pero, el objetivo, es llegar a los 2.500 centros para poder formar a 260.000 niños.

Gracias a colaboraciones como la que prestas a Unidos por los Rohingya, los niños y niñas que han huido de la violencia recuperan el control de sus vidas, construyen un futuro y escapan del riesgo del matrimonio infantil, el trabajo infantil, la trata, el abuso o la explotación.