1 de cada 7 adolescentes tiene un problema de salud mental diagnosticado

Dina tiene 14 años y está gestionando sus sentimientos de ansiedad y estrés con la ayuda de un psicólogo. Esta es su historia.

Estado Mundial de la Infancia: salud mental.

05/10/2021

Dina es una niña de 14 años. Le gusta plantar árboles, ocuparse del jardín y bailar, aficiones que desarrolla con total naturalidad en su casa. Sin embargo, en el instituto las cosas son más difíciles, y su relación con otros adolescentes es estresante: los ve muy diferentes a ella, con gustos muy distintos, y eso complica la interacción.

Afortunadamente, Dina tuvo la oportunidad de gestionar sus sentimientos de estrés y ansiedad con la ayuda de una psicóloga. De la mano de esta profesional, aprendió a expresar abiertamente sus pensamientos y ahora siente que puede salir adelante.

En el año 2020, Dina conoció a su psicóloga en el Programa de Promoción de la Salud Mental y Prevención del Suicidio para Adolescentes en Kazajstán, donde vive. Esta profesional, que trabaja en su escuela, cuenta que era una niña muy reservada y tenía problemas con su familia.

El programa en el que participa Dina fue creado en 2015, con el apoyo de UNICEF, para dar respuesta a una grave preocupación en el ámbito de la salud pública en Kazajstán: el suicidio entre los jóvenes. Y desde su creación, ha mostrado resultados relevantes en cuanto al descenso de la idea del suicidio y la disminución de la ansiedad, la depresión y el estrés. 

Como Dina, un número importante de niños y adolescentes de 10 a 19 años en todo el mundo, 1 de cada 7, ya ha sido diagnosticado con algún problema de salud mental. Así lo pone de manifiesto nuestro informe Estado Mundial de la Infancia 2021, En mi mente: promover, proteger y cuidar la salud mental de la infancia, que supone un completo análisis realizado por UNICEF sobre la salud mental de los niños, niñas, adolescentes y cuidadores.

La COVID-19 deja huella en la salud mental de los niños y jóvenes

El último año y medio ha sido muy largo, todos recordaremos el paso de la pandemia de COVID-19 por nuestras vidas, especialmente los niños y niñas. Los confinamientos y las restricciones de movimiento han provocado cambios en las rutinas de los niños, que han pasado mucho tiempo lejos de la familia, los amigos, las aulas y los lugares de recreo, muy importantes durante la infancia.

Esta alteración de su vida diaria, así como la preocupación de las familias por los ingresos y la salud, hacen que muchos jóvenes sientan miedo, rabia y preocupación por su futuro. Según los últimos datos de UNICEF, al menos 1 de cada 7 niños y niñas se ha visto directamente afectado por los confinamientos en todo el mundo, mientras que más de 1.600 millones de niños han sufrido alguna pérdida en su educación. 

Los efectos de la COVID-19 sobre la salud mental y el bienestar emocional de los niños y los jóvenes podrían prolongarse durante muchos años. Aunque, como revela este estudio, incluso antes de la COVID-19 la infancia y la juventud ya sufrían problemas de salud mental sin que se hicieran las inversiones necesarias para solucionarlos.

La inversión en salud mental es clave

Cada año casi 46.000 adolescentes se suicidan, una de las cinco principales causas de muerte para este grupo de edad.

Pese a ello, los gobiernos están invirtiendo muy poco para atender estas necesidades esenciales de los niños y adolescentes. No se está dando suficiente importancia a la relación entre la salud mental y las consecuencias que se producen más adelante en la vida.

Nuestro informe Estado Mundial de la Infancia concluye que tan solo alrededor del 2% de los presupuestos de salud de los gobiernos se destinan a la salud mental en todo el mundo.

A más largo plazo, esto tiene un coste para la sociedad. Los problemas mentales diagnosticados, como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, ansiedad, autismo, trastorno bipolar, trastorno de la conducta, depresión, trastornos alimentarios, discapacidad intelectual y esquizofrenia, pueden perjudicar considerablemente la salud, la educación, las condiciones de vida y la capacidad para obtener ingresos de los niños y los jóvenes.

¡El impacto en la vida de los niños y adolescentes es incalculable!

La salud mental de los niños y adolescentes en España

Estado Mundial de la Infancia: salud mental.

El impacto de la pandemia en la salud mental y el bienestar emocional de los niños, niñas y adolescentes que viven en España es innegable, aunque si cuentan con el entorno y las herramientas adecuadas, la mayoría serán capaces de normalizar sus vidas y tener una evolución positiva.

Sin embargo, es fundamental atender a los grupos especialmente vulnerables, como quienes ya tenían algún problema de salud mental antes de la pandemia, las víctimas de violencia, los que han sufrido aislamiento, separaciones y/o duelos debido a la COVID-19, los que están en riesgo de pobreza infantil o en familias en situación de desempleo y los niños migrantes y solicitantes de asilo.

En España también está muy presente el estigma asociado a los problemas de salud mental, si bien los propios niños y adolescentes están empezando a hablar cada vez más abiertamente de cómo se sienten y de sus necesidades.

España necesita una Política Nacional de Salud Mental de la Infancia y Adolescencia

Para acabar con este tabú, así como para garantizar una atención adecuada y especializada a la salud mental de los niños en nuestro país, desde UNICEF España recordamos que es necesario contar con una Política Nacional de Salud Mental de la Infancia y la Adolescencia y pedimos que se implemente cuanto antes. 

Es indispensable crear un grupo permanente de infancia y salud mental que aborde las principales cuestiones que afectan a la salud mental y el bienestar emocional de los niños, niñas y adolescentes. Además, deben aumentar los recursos especializados y los canales a través de los cuales los jóvenes puedan ser escuchados. 

En palabras de nuestra directora ejecutiva, Henrietta Fore: “la salud mental forma una parte integral de la salud física; no podemos permitirnos seguir considerándola de otra manera (…) Hemos observado que, durante demasiado tiempo, tanto en los países ricos como en los pobres, no se han hecho los esfuerzos suficientes para comprender esta cuestión e invertir en ella, a pesar de que desempeña un papel fundamental para el potencial de todos los niños”. ¡Esto tiene que cambiar!

*Dina es un nombre ficticio para proteger su identidad.

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