Una aldea en Darfur le da la espalda al conflicto y opta por el desarrollo centrado en la infancia

En la aldea de Yara se pone de manifiesto un aspecto sorprendentemente distinto de Darfur. En una región que aparece ante el mundo fracturada por los antagonismos étnicos y las tensiones tribales, los integrantes del pueblo indígena fur y las familias nómadas árabes conviven pacíficamente y colaboran en pro del avance de su comunidad

La relativa estabilidad que reina en Yara ha posibilitado que la población se concentre en sus prioridades inmediatas, que consisten en fortalecer a su comunidad con vistas al futuro.

Como resultado, en Yara se ha reconstruido una escuela y una clínica donde se atiende a la población. También se toman medidas prácticas para que la aldea cuente con ingresos en el futuro. Por eso se ha creado un vivero donde se cultivan limones, papayas y caobas. "El consumo de papayas se ha puesto de moda entre muchos habitantes de Darfur, de manera que nos proponemos cultivar esa fruta comercialmente", explica Mohammed El-Hassan Awad, a quien los pobladores de la aldea han puesto a cargo de la administración del vivero.

Atención de la salud y educación

Frente al vivero, construido con bambú, funciona la clínica de salud que rehabilitó la comunidad. El puesto sanitario, que presta servicios a unos 16.000 pobladores de la región, es el único establecimiento de atención de la salud en muchos kilómetros a la redonda. La clínica cuenta con una cámara de refrigeración accionada por energía solar en la que se almacenan las vacunas para los ciclos periódicos de inmunización.

Al frente de la clínica se encuentra un agente sanitario de la comunidad, bajo la supervisión de un doctor y su asistente. La clínica cuenta también con los servicios de una comadrona que vive a más de un kilómetro del establecimiento. A pesar de algunas limitaciones, el puesto sanitario presta servicios muy importantes a la población de Yara y alrededores.

De manera similar, la escuela de la aldea representa un símbolo colorido y bullicioso de los esfuerzos que realiza esta comunidad para darle la espalda al conflicto. Más de 400 alumnos de seis a 14 años de edad, una cuarta parte de los cuales son niñas, pasan cinco horas diarias en las aulas recientemente renovadas de la escuela. Junto al portón de entrada del establecimiento se ha instalado una fuente de agua, mientras que en los confines del patio escolar se han cavado grandes pozos donde se ubicarán las letrinas para los estudiantes.

La mirada puesta en el futuro

¿A qué se debe que los pobladores de Yara puedan cifrar tantas esperanzas en el futuro? Abdel Latif Eisa Haroun, uno de los dirigentes tradicionales de la aldea, ofrece una breve explicación.

"UNICEF puso en marcha en nuestra aldea la Iniciativa de Comunidades Acogedoras para los Niños y las Niñas", recuerda. "Eso posibilitó que la comunidad participara en la planificación de los servicios locales, y el proyecto suministró el apoyo y algunos de los fondos necesarios. La población, por su parte, contribuyó con los materiales y la mano de obra".

El proyecto funcionó durante dos años, hasta que se interrumpió debido al conflicto. Pero en 2006 se empezaron a poner en marcha varios proyectos, comenzando con el vivero hortícola. Hoy en día, la comunidad está decidida a no perder el ímpetu con que se iniciaron esas actividades.

"La comunidad espera que esta iniciativa tenga éxito", explicó el Sr. Haroun. "Los pobladores donan su tiempo sin ningún problema. Aquí creemos en el principio del trabajo colectivo cuando emprendemos ciertos proyectos. Sabemos que si invertiremos uno o dos días hoy, obtendremos beneficios durante años".

Pasión por aprender

Hamdan y Hamid, ambos de 13 años de edad, asisten a una clase de matemáticas del octavo grado. Son hijos de pastores nómadas de ovejas. La familia es de origen árabe, y por lo tanto forman parte del sector minoritario de la comunidad. A pesar de ello, sus padres autorizan desde hace tres años que los niños permanezcan en Yara, donde los mantienen un hermano mayor. La seguridad de los niños está garantizada por los dirigentes tradicionales de la comunidad.

La decisión de que Hamdam y Hamid permanezcan en Yara se debe exclusivamente a que deben terminar sueducación escolar.

"Antes debíamos recorrer a pie largas distancias para llegar a la escuela", comenta Hamdan, "de manera que nuestros padres decidieron que nos quedáramos aquí. Si no fuéramos a la escuela nos pasaríamos el día cuidando el rebaño y no tendríamos otro futuro en la vida. Lo que aprendemos en la escuela hará posible que avancemos mucho más en la vida".

Los niños extrañan a sus familias, ya que no ven a sus padres desde hace tres meses. A pesar de ello, ambos demuestran una pasión evidente por aprender. A tal punto, que Hamid afirma que en este momento su vida está completamente dedicada al aprendizaje. Quiere cursar estudios secundarios y, algún día, ser doctor. Hamdan, por su parte, tiene vocación por la ingeniería. Sus padres, que han vivido toda su vida existencias nómadas, comparten las aspiraciones de sus hijos.

Hamdam y Hamid reciben el cariño y el apoyo de toda la comunidad. El director de la escuela, Mohammed Ibrahim Khalil, afirma que los dos hermanos son el símbolo de un futuro mejor para la comunidad.

"Ya vemos que algunos niños que estudiaron esta escuela llaman a la universidad", explica. "Esto no debería sorprendernos. Todos los niños de la aldea vienen a la escuela, entre ellos muchos alumnos árabes. El comité de gobierno de la aldea alienta a las familias árabes a que manden a sus hijos al escuela, y ellos se sienten seguros con nosotros. Todas las familias contribuyen con la escuela, y hasta colaboran para que les podamos pagar a los maestros voluntarios, que no reciben salarios gubernamentales".

Lo que une a la gente

Esa colaboración constituye el aspecto esencial de la Iniciativa de Comunidades Acogedoras para los Niños y las Niñas. Los pobladores de la aldea, que ven en la iniciativa una oportunidad para fortalecer su comunidad y lograr que prospere con estabilidad, realizan aportaciones similares a las contribuciones de UNICEF y las organizaciones no gubernamentales locales. Esa combinación de aportes genera en los pobladores un sentimiento de identificación con los proyectos y, por ende, una mayor utilización de los servicios.

Más importante aún resulta que, mientras el conflicto en Darfur afecta aún a unos cuatro millones de personas, la iniciativa mantiene la atención de las comunidades centrada en la necesidad de desarrollo y otorga prioridad a los niños y niñas en todos los aspectos de la misma.

"El programa tiene éxito debido a que brinda apoyo adecuado a la gente que corresponde y hace posible que creemos estructuras que unifican a la población, como la escuela", explica el Sr. Khalil. "Cuando una comunidad recibe con los brazos abiertos a los niños y niñas de todas las familias y demuestra que todos pueden recibir educación en un clima deseguridad, se trata de una actitud que une a la gente".

Otro líder de la aldea expresa su opinión: "¿Quiere saber qué es lo que une a la gente? Entre los que no tienen nada no existen las desigualdades. Aquí todos compartimos carencias. Y eso es lo que nos hace iguales".