Los peligros de los niños que cruzan el desierto para entrar en los Estados Unidos

Para un gran número de latinoamericanos, la ruta de ingreso al territorio de los Estados Unidos atraviesa una pequeña comunidad agrícola distante apenas una hora y media de la frontera entre México y su vecino del norte. En muchas partes de América Latina es sabido que en esa localidad, llamada Altar, se pueden encontrar guías para ingresar ilegalmente a los Estados Unidos cruzando el desierto

Los emigrantes llegan en una caravana interminable de autobuses hasta la plaza central de Altar, donde esperan que alguno de los contrabandistas,conocidos como "coyotes", les ofrezca su ayuda para eludir a las tropas, los funcionarios de inmigración y las milicias civiles armadas de los Estados Unidos que patrullan la frontera. En una de las calles que bordean la plaza hay una fila de camionetas cubiertas de polvo que esperan, como los taxis en un aeropuerto, para transportar a los emigrantes hasta la frontera, donde iniciarán una peligrosa caminata de tres días a través del tórrido desierto.

Enrique (no es su nombre real), de 18 años de edad, aceptó el ofrecimiento de un coyote que le prometió guiarlo hasta una importante ciudad de los Estados Unidos mediante el pago de 2.500 dólares. Un pariente le prestará el dinero, que el coyote recibirá cuando Enrique llegue a su destino.

Convertir un sueño en realidad

Sin embargo, para los emigrantes como Enrique no existen garantías, ya que cientos de personas mueren anualmente realizando esa travesía. En muchos casos se trata de mujeres y niños que se quedan sin agua en medio del desierto. Algunos son capturados por las autoridades varias veces antes de lograr su cometido. Otros pierden todas sus pertenencias a manos debandidos agazapados a lo largo de las sendas que cruzan el desierto.

Pero como muchas otras personas que emigran a los Estados Unidos, Enrique está cansado de vivir con menos de tres dólares por día. Sueña con ser dueño de su hogar y cree que la única manera de convertir su sueño en realidad es consiguiendo empleo en los Estados Unidos.

Cuando se le pregunta si no tiene miedo de lo que le puede suceder en el desierto, Enrique responde con resignación: "Sí, tengo miedo, porque me han dicho que mucha gente muere en el desierto. Pero para poder llegar a los Estados Unidos tengo que hacer todos los esfuerzos posibles".

Pese a que su madre trató de convencerlo de que permaneciera en México, la posibilidad de lograr la prosperidad económica resultó ser una tentación demasiado poderosa.

"Mi madre me dijo que es muy peligroso", comenta Enrique. "Pero yo voy a ir de cualquier manera".

Aún en el caso de que Enrique tenga éxito en su empresa, pasarán años antes de que pueda volver a ver a su madre.

Muchos peligros para los niños

Debido al aumento de las medidas de seguridad en la frontera, los emigrantes como Enrique tratan de cruzar el desierto por zonas cada vez más apartadas. En muchos casos, emprenden con menos de 10 litros de agua una marcha en la que recorrerán largas distancias bajo temperaturas que con frecuencia superan los 35 o 40 grados centígrados.

Todos los años, las autoridades estadounidenses capturan a centenares de miles de inmigrantes. Por lo general, los adultos son enviados de regreso a territorio mexicano, desde donde pueden volver a intentar el cruce. Los niños y niñas son enviados a centros de repatriación, donde esperan que los recoja un pariente. El Colegio de la Frontera Norte, un organismo aliado de UNICEF, colabora con el gobierno mexicano para garantizar la seguridad de los niños, así como su acceso a servicios jurídicos y de atención de la salud. El personal del Colegio de la Frontera Norte también trata de convencer a los niños y niñas de que no traten de cruzar nuevamente.

"Existen graves peligros que los niños deberían conocer", explica Humberto Valdez, funcionario del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia de México. "Los niños y niñas pueden ser víctimas de los ladrones, los violadores, los tratantes de personas y, en algunos casos, de quienes desean obtener sus órganos para venderlos".

Uno de los afortunados

La noche antes de que Enrique se subiera a una camioneta y se alejara con rumbo al desierto acompañado por un coyote, un periodista le pasó su número de teléfono y le pidió que le llamara para darle noticias sobre su viaje. Durante una semana no hubo noticias, pero en la noche del octavo día el periodista recibió una llamada de Enrique desde un teléfono público en las afueras de una importante ciudad estadounidense.

"¡Lo logramos!", anunció Enrique. "Te llamo desde una gasolinera y sólo puedo hablar unos minutos".

Enrique explicó que él y otras nueve personas cruzaron el desierto en tres días. Durante la travesía fueron víctimas de una banda de asaltantes y durante las noches estuvieron a punto de morir de hipotermia, pero lograron sobrevivir.

Sin embargo, hay muchos otros que recorrerán el mismo camino y no serán tan afortunados. Muchos niños y niñas harán frente a los peligros del desierto debido a sus esperanzas de convertir sus sueños en realidad al otro lado de la frontera.