Es urgente frenar la mortalidad materna

Cada año, medio millón de madres muere innecesariamente. La causa de su muerte es tan clara como injusta: no tienen acceso a atención médica durante el embarazo y el parto. Pierden la vida porque la pobreza y ciertas actitudes sociales hacen que la salud de la mujer sea una de las áreas más desatendidas del cuidado sanitario. La última edición de la serie de informes de UNICEF Progreso para la Infancia analiza la situación y hace hincapié en la necesidad de compromisos efectivos para acabar con esta tragedia

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En cada generación perdemos 10 millones de mujeres: nuestras madres y hermanas, hijas y abuelas, esposas y parejas, amigas y vecinas. El 99% de estas mujeres mueren porque viven en países en desarrollo, lejos de los servicios que consiguen que la tasa de mortalidad materna sea100 veces menor en el mundo occidental que en África subsahariana y el sur de Asia.

“Las causas de la mortalidad materna no son fáciles de abordar, al menos no tan fáciles como los problemas de salud de los niños”, indica el Director de Salud de UNICEF, Peter Salama, “Son causas como hemorragias, infecciones, obstrucciones en el parto, hipertensión, paludismo o VIH, y estas causas requieren de un sistema de salud que realmente funcione”

En Níger, este tipo de complicaciones matan a una de cada siete mujeres.

Un vacío económico, social y humano

Las tasas de mortalidad materna no han descendido apenas en las dos últimas décadas, a pesar de que cada mujer que muere deja un vacío que trastoca las posibilidades de desarrollo de sus hijos, sus familias y sus comunidades.

La muerte o incapacidad de una madre es una tragedia doble: millones de niños y niñas quedan desatendidos cada año al perder a quien les garantizaba alimento, protección, educación y cariño. La salud de los recién nacidos queda muy mermada al ser privados de la lactancia y los cuidados constantes de una madre. “Hay datos muy sólidos a medio y largo plazo que indican que las tasas de mortalidad infantil son mayores en aquellos niños que crecen sin madre”, afirma Peter Salama.

Poner en marcha las soluciones

Las soluciones a la mortalidad materna son evidentes y se pueden conseguir. Además, existe un fundamento económico claro para aplicarlas: la salud de la mujer no es sólo un imperativo moral, es un elemento clave para lograr comunidades más fuertes y exitosas. Los niños y niñas que tienen a sus madres crecen más sanos, mejor educados y más capaces de contribuir positivamente a la sociedad.

“También necesitamos abordar las causas fundamentales subyacentes, como la discriminación de la mujer, la educación de las niñas y potenciar el trabajo en favor de la empoderación femenina”, añade Peter Salama. Sabemos qué debemos hacer para salvar las vidas de las personas que mueren innecesariamente en todo el mundo. A pesar de ello la salud materna y de los recién nacidos sigue sin recibir la atención y los niveles de financiación que merece.

Reuniendo la voluntad y los fondos necesarios para reducir el coste humano de dar a luz en el mundo en desarrollo, toda la humanidad se beneficia. Porque la muerte de una sola mujer merma las vidas de muchas personas más, desde los niños a los que deja atrás a las comunidades y países que se empobrecen con su pérdida.