Una buena noticia que sabe a poco
Por Marta Arias, Directora de Sensibilización y Políticas de Infancia
Llevábamos tiempo esperando los datos. Para todo el equipo de UNICEF, la lucha contra mortalidad infantil es una obsesión permanente, uno de los motores que impulsa nuestro trabajo. Conocemos sus causas, sus cifras, sus rostros… y sabemos también lo poco que cuesta evitarlo, lo importante que es una vacuna a tiempo, o una mosquitera impregnada de insecticida.
Esperábamos como digo los datos con impaciencia, con la duda
de si la crisis habría frenado una tendencia positiva que nos había
dado muchas esperanzas en los últimos años. Y los datos llegaron… con un raro sabor agridulce.
Dulce porque hemos constatado que el esfuerzo
conjunto de muchos actores (gobiernos, organizaciones humanitarias,
personas y comunidades, sector privado…) ha logrado reducir
a la mitad los niveles de mortalidad infantil desde 1990.
Este dato, que puede parecer frío, esconde nada menos que90 millones de vidas salvadas, 90 millones de niños y niñas
con nombre, rostro y apellidos que han logrado
sobrevivir.
Y sin embargo… hay poco que celebrar. Porque,
con crisis o sin ella, resulta de todo punto inadmisible que18.000 niños mueran cada día por causas totalmente
evitables, por enfermedades que a nosotros nos resultan
casi anecdóticas, como una diarrea. Son 750 niños a la
hora, más de 12 por minuto. Lamentablemente,estamos inmunizados contra las estadísticas, pero
cualquier madre o padre que lea estas líneas puede imaginar el
terrible dolor que hay detrás de cada uno de ellos.
No debería ser así. ¡No tiene por qué ser así! Sabemos que hay
formas efectivas y muy baratas de prevenir estas muertes. La
experiencia de países como Bangladesh, Brasil o
Etiopía demuestra que es posible reducir de forma
drástica la mortalidad infantil. De hecho, son los países
más pobres los que han hecho los progresos más destacados.
¿Qué hace falta entonces para lograrlo?Voluntad política, recursos adecuados y acción. A todos los
niveles: familias y comunidades, gobiernos y autoridades locales,
donantes internacionales, empresas, voluntarios… Todos
podemos y debemos poner nuestro granito de arena, porque
todos compartimos una responsabilidad sobre estas vidas que están
en juego.
Sabemos cómo hacerlo y sabemos que funciona. Si tú también lo
crees, apoya nuestra campaña. Porque Ahora no podemos
parar.