Salvamos la vida de Parwana en Afganistán
Hace un año, esta niña estaba tan grave por la desnutrición que padecía que se temía por su evolución. Hoy salta, ríe y apura a su madre para no llegar tarde a la escuela.
Parwana se divierte junto a nuestra compañera Sam Mort de UNICEF Afganistán. © UNICEF Afghanistan/2022/Omid Fazel
14/12/2022
Hace justo un año, en noviembre del año pasado, al oeste de Afganistán, se diagnosticaba desnutrición aguda grave a una niña de 4 años llamada Parwana. Un equipo móvil de UNICEF que se ocupa del estado nutricional de los niños, la atendió hasta que recuperó por completo su salud, tratándola con alimento terapéutico listo para usar.
"Hace un año, tenía miedo de que no lo lograra", cuenta Sam Mort, compañera de UNICEF en Afganistán. "Hoy, Parwana salta, se ríe y regaña a su madre para que la lleve a la escuela a tiempo".
Mort recuerda su reciente visita para reencontrarse con Parwana y su familia en su hogar, en un campamento para personas desplazadas internas a las afueras de Herat. Esta es su historia.
Parwana ríe y juega otra vez
En cuanto me senté en el suelo de la pequeña sala familiar, Parwana saltó hacia mí y se sentó en mis rodillas. Espontáneamente, me echó un brazo al cuello y me abrazó con tal calidez y cariño que apenas podía creer que hace apenas un año, esta pequeña niña estaba tan débil que casi no tenía fuerzas para levantar la cabeza y mirarme.
Sin embargo, su cálido abrazo no me distrajo del hecho de que colocó todo su cuerpo en uno de mis brazos, como si fuera un pequeño pajarito. Es muy, muy pequeña. En términos médicos, tiene retraso en el crecimiento. Esto significa que no solo es baja para su edad, sino que su desarrollo físico y cognitivo se ha visto obstaculizado debido a la falta de nutrición.
9 de cada 10 hogares no tienen suficiente para comer
Medición de la circunferencia superior del brazo de Parwana, que determinó que sufría desnutrición aguda grave. © UNICEF/UN0551778/Bidel
Fue justo un año atrás, cuando estaba en una clínica de atención a la salud en Herat acompañando a uno de los trabajadores especializados en nutrición, cuando una madre, que parecía frágil, pálida y nerviosa, entró con un gran abrigo rojo de invierno. Nos llevó unos minutos darnos cuenta de que dentro había una niña.
Malika colocó suavemente a su hija en la silla. No se movió. Su cabeza se inclinó bruscamente hacia un lado y se quedó mirando el mismo punto en el suelo a pesar de mis grandes esfuerzos por atraerla con sonrisas y cosquillas. A sus 4 años, pesaba alrededor de 9 kilos.
Cuando le midieron la parte superior de su brazo, era extremadamente delgado. Tenía desnutrición aguda grave y le proporcionamos alimento terapéutico listo para usar. Me preguntaba si ya era demasiado tarde.
UNICEF es el único proveedor de alimento terapéutico en Afganistán
Controlamos a Parwana unos meses después. A pesar de un comienzo esperanzador con un kilo de aumento de peso, lamentablemente, estaba aún más pequeña, más débil y menos receptiva. Sus padres comentaron que tenía diarrea todos los días.
El equipo móvil de salud y nutrición apoyado por UNICEF hizo todo lo posible por ayudarla y la derivaron a un especialista que le diagnosticó intolerancia al trigo: enfermedad celíaca. No más pan para esta niña. Para una familia tan empobrecida, que comen pan y té en dos de sus ingestas diarias, eso fue un gran desafío.
Aunque su padre explicaba que “es un alivio saber qué le pasa a Parwana para que podamos darle la comida adecuada y ver cómo se recupera”.
Sentada en esa oscura sala de estar, con una pequeña ventana por la que entraba la única luz, me sentí incapaz de apartar la mirada de las mejillas regordetas de Parwana. Justo un año atrás parecían desinfladas. Recuerdo que su piel estaba tan estirada sobre los pómulos y la línea de la mandíbula, que me preocupaba que se desgarrara. Años de desnutrición severa y enfermedades han pasado factura a esta niña.
92% del presupuesto familiar destinado a alimentos
Parwana junto a su hermana pequeña, que es más alta que ella aunque es menor como consecuencia del retraso en el crecimiento que padece. © UNICEF Afghanistan/2022/Omid Fazel
Nadie creería que su hermana, Afsana, más alta que ella, es su hermana menor.
Cuando le pregunto a Parwana qué es lo mejor de haber recuperado la salud, sonríe y dice: ¡la escuela!
A las niñas les encanta ir a la escuela comunitaria apoyada por UNICEF en el campamento para desplazados internos donde viven.
Su madre sonríe y nos cuenta que todos los días Parwana pregunta: “¿son las 13:00? ¡No puedo llegar tarde a la escuela!”
Mientras hablo con su madre, Parwana me interrumpe para decir: “¡quiero ser alta! Necesito más alimentos y medicinas”.
Cuando pienso en todas las cosas materiales que quieren los niños de su edad (muñecas, juguetes, ropa, dispositivos electrónicos), su pedido es, en comparación, muy humilde.
Según una encuesta del Programa Mundial de Alimentos, en promedio, el 92% del presupuesto de las familias en Afganistán se destina a la compra de comida.
Le pregunto al padre de Parwana, Mohamed, cómo se está preparando para los meses de invierno brutalmente fríos.
"No nos estamos preparando, no podemos, no tengo dinero."
“¿Y si tuvieras dinero?”, pregunto.
“Primero compraría leña para mantener caliente a la familia, luego aceite, luego arroz”.
UNICEF: tratar a 875.000 niños contra la desnutrición aguda grave en 2023
Con el gobierno anterior, Mohamed era policía. Le gustaba ese trabajo. Se sentía orgulloso de poder proporcionar una vida digna a su familia. Pero todo eso cambió cuando los talibanes tomaron el poder en agosto pasado. En el último año, ha trabajado un total de tres días. Trabajando en una granja de azafrán cercana, ganaba $2,50 al día.
Entonces, ¿cómo están sobreviviendo? Hasta ahora, con préstamos de familiares. Pero confiesa: “ya no me dan más”. Y Mohamed no tiene perspectivas de empleo.
Malika está especialmente preocupada por lo que significarán los meses de invierno para su bebé, Rahanna, de 6 meses. “El clima cambió hace cuatro días”, nos dice. “Hace mucho frío por la noche. Todos dormimos envueltos en mantas, con el bebé cerca de nosotros. Pero estoy asustada."
Cuando comenzamos a hablar de otra cosa con Mohamed, el traductor nota que Malika suspira en voz baja: “la vida es miserable”.
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Malika parece cansada. Durante la última semana, desde temprano por la mañana hasta tarde en la noche, ella y Mohamed han estado 'limpiando las flores de azafrán'.
Este trabajo intrincado y agotador consiste en quitar con cuidado los tres tallos amarillos de la flor de azafrán seca. Por cada kilogramo de azafrán, reciben menos de 50 céntimos. Les lleva alrededor de 8 horas de trabajo ganar eso. Y, sin embargo, están agradecidos de tener, esperan, dos semanas más de trabajo con el productor local de azafrán.
Con este dinero ganado con tanto esfuerzo, Mohamed dice que lo gastará en cocinar. Por las noches, intenta dar de comer a los niños arroz y verduras, pero mueve la cabeza mientras habla: “no sé por cuánto tiempo”.