Cada día, 14.000 niños y niñas menores de 5 años mueren por causas que podemos evitar. Casi la mitad de estas muertes están relacionadas con la desnutrición infantil.
En pleno siglo XXI la desnutrición infantil sigue siendo una de las principales amenazas para la supervivencia, la salud y el crecimiento de millones de niños.
Más de 149 millones de niños y niñas menores de cinco años sufren alguna forma de desnutrición, lo que nos lleva a retroceder en algunos de los principales avances que habíamos conseguido en esta materia. Si no revertimos esta tendencia, en 2030 no alcanzaremos el objetivo de poner fin al hambre y la malnutrición en el mundo.
Es probable que la llegada de la pandemia de la COVID-19 sea una de las causantes de la reciente extensión del hambre en el mundo, pero nuestros sistemas alimentarios ya exponían debilidades con anterioridad.
Durante el año 2020, casi una de cada tres personas en el mundo no tuvo acceso a una alimentación adecuada, 118 millones de personas más que en 2019 sufrieron hambre.
La falta de alimentos suficientes y adecuados (en cantidad y calidad), la carencia de cuidados médicos que ofrezcan un diagnóstico y tratamiento ante la aparición de infecciones, y la ausencia de servicios básicos de agua y saneamiento, generan un círculo vicioso que desafía la vida de los niños. ¿Y qué provoca la desnutrición en los niños? En el origen de todo está la pobreza, la desigualdad y los conflictos armados.
Pero acabar con la desnutrición y sus consecuencias sobre la vida de los niños es posible. Desde UNICEF damos una respuesta integral a la desnutrición: facilitando a madres e hijos la atención médica y nutricional necesaria; mejorando los servicios de agua y saneamiento; formando a trabajadores de salud y comunidades, y acompañando a los gobiernos para la implantación de sistemas de detección y prevención eficaces.
Más información en el informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo (en inglés).

La diferencia entre la imagen de la izquierda y la de la derecha es la misma que entre la muerte y la vida. Khadija es una superviviente. Estaba famélica cuando llegó a un hospital apoyado por UNICEF en Nigeria. Su brazo apenas era más ancho que el dedo pulgar de su madre.
Yo también caí enferma y no pude darle el pecho , nos cuenta.
Después de 20 días de tratamiento con alimento terapéutico y medicinas, Khadija está muchísimo mejor. De hecho, ya le hemos dado el alta y ha vuelto a casa con su madre y una bolsa llena de sobres de alimento terapéutico.
Un peso, una cinta y alimento terapéutico contra la desnutrición infantil
El impacto de la desnutrición en la vida de los niños
- Supervivencia infantil: la desnutrición aumenta el riesgo de contraer enfermedades potencialmente mortales como la neumonía, la diarrea, la malaria, el VIH/SIDA y el sarampión, ya que los niños desnutridos tienen un sistema inmune débil.
- Educación: los niños con desnutrición tienen limitaciones en la capacidad de aprendizaje como consecuencia del retraso en su desarrollo cognitivo. Además, se ponen enfermos a menudo, por lo que asisten con menos regularidad a la escuela. El nivel educativo de las madres también tiene un impacto directo en la alimentación que reciben los niños.
- Pobreza: las mujeres desnutridas tienen bebés con un peso inferior al adecuado, lo que aumenta las posibilidades de desnutrición en las siguientes generaciones y supone un serio obstáculo para el desarrollo y la sostenibilidad de los países.
- Conflictos armados y desnutrición: la violencia provoca un efecto dominó que acaba dinamitando el estado nutricional de los niños: intensifica la inseguridad alimentaria y dispara la inflación y el precio de los alimentos; destroza los sistemas de agua y saneamiento, inutiliza los centros de salud y dificulta la entrega de ayuda humanitaria.
¿Qué hace UNICEF?

LA VENTANA DE LOS 1.000 DÍAS
Incluyen el embarazo y los primeros dos años de vida. En esta etapa se produce el desarrollo básico del niño, por lo que la falta de una alimentación y atención adecuadas produce daños físicos y cognitivos irreversibles que le afectarán para el resto de su vida.

ACCIONES SENCILLAS QUE SALVAN VIDAS
Iniciar la lactancia materna en la primera hora de vida reduce en un 44% el riesgo de mortalidad neonatal. Por eso no nos cansamos de promover la lactancia materna, exclusiva durante los primeros 6 meses y complementaria hasta, al menos, los 2 años.

UN SOBRE QUE SALVA VIDAS
Los alimentos terapéuticos listos para usar han supuesto una revolución mundial en el tratamiento de la desnutrición aguda. Puede administrarse en el hogar, no requiere refrigeración y no hay que añadirle agua. Tres sobres al día durante unas 6 ó 7 semanas son suficientes para devolver la salud a un niño.

LA IMPORTANCIA DE LA COMUNIDAD
Implicamos a la comunidad en la detección precoz de la desnutrición y en la mejora de hábitos de alimentación e higiene para prevenirla. Formamos a parteras tradicionales y a personal de salud que atienden y orientan a madres y familias.

PLANES DE ACCIÓN
Buscamos fortalecer el compromiso político y la capacidad de los estados para legislar, planificar y presupuestar las intervenciones de nutrición para toda la población. Los Planes de Acción liderados por los ministerios de Salud son claves para que todos los niños tengan mejores oportunidades.
Logramos grandes resultados

5 millones de niños
tratados contra la desnutrición aguda grave en 70 países en 2020

Casi 9 de cada 10 niños
que reciben tratamiento contra la desnutrición aguda se recuperan

Salvamos vidas
La cifra de niños con desnutrición crónica ha pasado de 255 millones en 1990 a más de 149 millones en 2020

583 millones de tratamientos
de vitamina A para mejorar la salud de los niños y niñas

620 millones de sobres
de micronutrientes distribuidos para tratar la desnutrición
La desnutrición aguda amenaza la vida de miles de niños. Ayúdanos a salvarlos.
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Preguntas frecuentes
Un niño con desnutrición aguda pesa menos de lo que le corresponde en relación a su altura. Se mide por el perímetro del brazo. Si no se trata, la desnutrición puede alterar los procesos vitales del niño y provocar un alto riesgo de mortalidad. Afortunadamente, existen tratamientos eficaces y poco costosos que salvan cada año millones de vidas.
Más de 45 millones de niñas y niños sufren desnutrición aguda en el mundo. De ellos, 13,6 millones presentan desnutrición aguda grave.
Un niño con desnutrición crónica tiene menos altura de lo que le corresponde con relación a su edad. Cuando hay una falta de nutrientes continuada en el tiempo se reduce el crecimiento físico y el desarrollo mental.
Si no se previene, actuando durante el embarazo y antes de que el niño cumpla los 2 años de edad, las consecuencias son irreversibles y se harán sentir durante el resto de su vida. Una vez que un niño o niña sufre desnutrición crónica (también llamada retraso en el crecimiento) no hay tratamiento, y el desarrollo tanto físico como cognitivo se verá afectado (el niño no será tan fuerte, sano e inteligente como hubiera podido ser).
Un total de 149 millones de niñas y niños sufren desnutrición crónica en el mundo. En África y Asia viven más de 9 de cada 10 niños con retraso en el crecimiento.
El estado de hambruna es el estado de mayor alerta nutricional. Se declara cuando se cumplen al menos 3 de los indicadores que desarrollamos a continuación y afectan al menos a un 20% de la población.
1. Acceso a alimentos por debajo de las 2.100 kilocalorías por día
2. Tasa de desnutrición aguda por encima del 30% de los niños
3. Dos muertes asociadas a la desnutrición por cada 10.000 personas al día, o 4 muertes infantiles por cada 10.000 niños al día.
Hay otros factores agravantes, como:
- Una enfermedad pandémica.
- Acceso a menos de 4 litros de agua al día.
- Desplazamiento de personas a gran escala
- Conflictos civiles.
- Completa perdida de fuentes de ingresos.
Sudán del Sur, en guerra desde 2013, reunió todos estos macabros indicadores entre febrero y junio de 2017, convirtiéndose en la segunda hambruna del siglo XXI, después de la que sufrió el Cuerno de África en 2011 con un coste de más de 250.000 vidas.
Seguro que más de una vez te has preguntado por qué sigue habiendo hambre en el mundo si hoy en día producimos suficientes alimentos para abastecer a toda la población; por qué, a pesar del trabajo de las organizaciones humanitarias durante tantos años, se repiten emergencias nutricionales como la que ahora amenaza la vida de millones de niños en Sudán del Sur, Yemen, Nigeria y Somalia.
No hay una única explicación: los conflictos, la variabilidad y las condiciones extremas del clima, las desaceleraciones y los debilitamientos de la economía (agravados por la pandemia de la COVID-19) son importantes factores causantes de inseguridad alimentaria y malnutrición. Su frecuencia y su intensidad siguen aumentando y cada vez más se suelen presentar juntos varios de estos factores.
El aumento de los desastres naturales -como inundaciones, ciclones y sequías- tiene un impacto negativo a largo plazo en la producción agrícola, lo que conduce a una subida de los precios de los alimentos. Las familias que no pueden asumir este coste no tienen capacidad para cubrir sus necesidades nutricionales, por lo que las tasas de desnutrición crecen, sobre todo entre los niños.
Además, el cambio climático también afecta a la disponibilidad de agua potable, con el consiguiente aumento de enfermedades como el dengue, la diarrea o el cólera, que causan millones de muertes infantiles año tras año.
Ya mucho antes de la pandemia por coronavirus (COVID‑19), no se estaba en camino de cumplir el compromiso de poner fin al hambre y la malnutrición mundiales en todas sus formas para 2030. Y ahora, la pandemia ha complicado considerablemente este objetivo.
Es probable que la pandemia haya repercutido en la prevalencia de múltiples formas de malnutrición y es posible que sus efectos persistan después de 2020. A ello se sumarán los efectos intergeneracionales de la malnutrición y los consiguientes efectos en la productividad.
Unos 660 millones de personas podrían seguir padeciendo hambre en 2030, en parte por los efectos duraderos de la COVID-19 en la seguridad alimentaria mundial, 30 millones más que si no hubiera tenido lugar la pandemia.
En función del contexto disponemos de 6 vías:
- Integración de las políticas humanitarias, de desarrollo y de consolidación de la paz en las zonas afectadas por conflictos.
- Ampliación de la resiliencia climática de los distintos sistemas alimentarios.
- Fortalecimiento de la resiliencia de las poblaciones más vulnerables a las adversidades económicas.
- Intervención en todas las cadenas de suministro de alimentos para reducir el coste de los más nutritivos.
- Luchar contra la pobreza y las desigualdades estructurales con intervenciones que también sean inclusivas.
- Fortalecimiento de los entornos alimentarios e introducción de cambios en los comportamientos de los consumidores.