«Queremos llevar a cabo nuestro trabajo, aunque esto signifique prescindir de nuestras vidas personales»

Edith Karam es asistente del programa de UNICEF en Beirut. Su experiencia personal nos acerca a la primera línea del trabajo humanitario en estas semanas de conflicto. Su testimonio es el de unos trabajadores que ven como años de esfuerzo para el progreso de la infancia en se truncan en pocos días

Por Edith Karam -Es tan extraño ver cómo súbitamente las cosas pueden cambiar tanto y de forma tan drástica. Hace tan solo unos días estábamos festejando las finales de la Copa del Mundo y el cielo se iluminaba de fuegos artificiales. Ahora los cielos se iluminan de bombas y el sonido de los petardos ha sido reemplazado por los truenos de los artefactos.  

Cuando caen losobuses, Beirut tiembla. Es como si cayeran en el patio trasero. Pero lo que más miedo da es que poco a poco parece que nos estemos volviendo cada vez más inmunes al sonido de los aviones israelíes sobrevolándonos y al trueno de las bombas.

Según van pasando los días nos vamos acostumbrando al nuevo rostro de Beirut… La preciosa y vibrante ciudad se ha transformado en una tenebrosa ciudad fantasma. Estamos habituándonos al vacío y empezamos a sentirnos vacíos también. Vacíos y desamparados. No hay nada tan atroz como ver que destruyen algo que amas delante de tus propios ojos y no poder hacer nada para impedirlo.

En tiempos de guerra nos volvemos insensibles a los números –por lo menos hasta conocer a la gente, mirar a cada persona a los ojos, aprender sus nombres y escuchar sus historias–. 

Hoy he visitado uno de los tantos colegios que se han convertido en refugios provisionales para muchas familias desplazadas y afectadas por el conflicto. Más de la mitad eran niños –el más pequeño tenía apenas 10 días–. Sus ojos carecían esa chispeante luz de la inocencia. Niños robados de su candor y obligados a crecer apresuradamente .

El día de la masacre de Qana, mis compañeros y yo nos permanecimos mudos de dolor, muchos con lágrimas en los ojos al presenciar las estremecedoras imágenes estallar en nuestra cara, tan irreales… Más de 37 niños muertos… ¿y para qué?  

Recuerdo que estaba trabajando en un comunicado de prensa expresando el desconsuelo de UNICEF por lo sucedido; cuando de repente nos evacuaron de las oficinas, en la sexta planta del edificio de las Naciones Unidas, para dirigirnos hacia los sótanos. Una manifestación pacífica se había convertido en una demostración de furia. 

Durante las siguientes horas nos quedamos viendo los sucesos por televisión en el sótano, mientras una muchedumbre furiosa se apresuraba a destruir nuestras oficinas. Qué irónico ver que nos atacaban a nosotros, personas que compartimos su sufrimiento y dolor y su incredulidad ante lo que está ocurriendo.   

Siento que necesito explicar nuestra misión como empleada de UNICEF.Queremos ayudar.Queremos el final de esta guerra.

Desde que estalló este conflicto hemos estado trabajando siete días a la semana, 24 horas al día, a veces sin apenas tiempo para comer, llamar a nuestros seres queridos o incluso pensar.

Nos hemos separado de nuestras familias (algunos hemos dejado a nuestros hijos) y nos hemos trasladado a un hotel. El sótano del hotel nos sirve de cuarto de enlace para organizar nuestro trabajo y así evitamos los peligrosos trayectos de ir y volver hacia nuestras respectivas casas. Queremos mantenernos en el corazón de la ciudad para concentrarnos y llevar a cabo nuestro trabajo, aunque esto signifique prescindir de nuestras vidas personales.  

Más de 10 recién llegados se han unido a nuestro equipo UNICEF, algunos vecinos de la localidad y otros, miembros del staff internacional. Nuestra única preocupación es repartir suministros vitales, como agua, a la gente más necesitada.  

El hecho de que la conexión a Internet sea tan lenta en el interior del hotel no facilita para nada nuestra tarea. Tenemos que trabajar además sin muchos expedientes e inventarios, al igual que sin muchos otros medios básicos de trabajo que dejamos atrás en nuestra sede de la ONU. No obstante, nadie se queja.

Nuestra meta sigue siendo el de poder hacer cuanto más posible hasta que las hostilidades cesen, y sobre todo ayudar a las personas a reconstruir sus vidas una vez zanjada esta locura.