“No hay lugar seguro para los niños y niñas de Gaza”

James Elder, portavoz de UNICEF, pudo entrar en Gaza durante la pausa humanitaria y relata el impacto de la guerra en los niños, las niñas y sus familias.

 

una niña lleva en brazos a su hermana pequeña frente a un edificio bombardeado en Gaza

Nada podía prepararme para mi misión, recientemente concluida, en la Franja de Gaza, donde la infancia se enfrenta a condiciones catastróficas. En mis veinte años con UNICEF, viajando de una crisis humanitaria a otra -desde hambrunas a inundaciones, desde zonas de guerra a campos de refugiados- simplemente nunca había visto tanta devastación y desesperación como la que está ocurriendo en Gaza.

La intensidad de los ataques, el número masivo de víctimas infantiles, la desesperación y el pánico de la gente que se desplaza, gente que ya no tiene nada, es palpable. Es un desastre humanitario sobre otro desastre humanitario.

Casi al comienzo de la reciente y breve pausa en los combates, salimos temprano por la mañana de Rafah, en la frontera con Egipto. Nuestro convoy de camiones con ayuda humanitaria vital se abrió paso lentamente en un penoso viaje hacia el norte, hasta la ciudad de Gaza, que no había recibido ayuda desde hacía semanas. Las dos ciudades están a sólo 35 kilómetros de distancia, pero viajar a través de una zona de guerra siempre hace que las distancias parezcan insalvables.

Por el camino, vi un edificio de viviendas tras otro, una casa tras otra, arrasadas por los bombardeos, una escena distópica que se extendía kilómetros y kilómetros.

En la ciudad de Gaza me bajé del vehículo para observar más de cerca un edificio que había quedado reducido a escombros. Dentro, observé manchas de sangre, pero es imposible saber si las personas que fueron rescatadas de esta masa de hormigón sobrevivieron.

Nunca olvidaré como un hombre de unos 60 años salió de entre las ruinas de un edificio de apartamentos recientemente bombardeado. Al principio, pensé que estaba indicando el número 10, como si hubieran muerto 10 personas. Pero se corrigió, usando un palo para escribir en la tierra: 30. No era el número de muertos. Era el número de miembros de su familia fallecidos en la explosión.

Este hombre había perdido a toda su familia, a todos sus seres queridos. Al comienzo de esta guerra, desde UNICEF dijimos que Gaza era un "cementerio para los niños y un infierno para todos los demás". La situación no ha hecho más que empeorar a medida que han continuado los bombardeos y los combates.

Existía la esperanza de que la devastación vista antes de la pausa no se repitiera si se reanudaban los combates. Pero después de oír cientos y cientos de disparos de artillería y más explosiones, pude darme cuenta de que estaba ocurriendo.

En pocas horas, la pausa humanitaria parecía algo de un pasado lejano.

Video testimonio de JamesElder donde cuenta las difíciles circunstancias en Gaza

Entre los escombros grises surgieron inquietantes vestigios de normalidad, como un sofá en un tercer piso sin paredes, o un cuadro en la única pared que quedó en pie tras la explosión.

Miré lo que una vez fue el dormitorio de una niña, con mantas rosas, un armario, estanterías llenas de libros, peluches mullidos. Parecía la habitación de cualquier niña de 12 años, de cualquier familia de clase media, en cualquier parte del mundo. Estaba prácticamente intacta. La niña habría estado a salvo si no hubiera estado en otra habitación con su familia cuando la casa fue atacada.

Al conducir por Gaza nunca hay mucho tiempo para la reflexión. El convoy de ayuda humanitaria tiene que seguir avanzando.

A lo largo de la ruta vimos el mismo tema repetido barrio tras barrio: las necesidades básicas no están cubiertas. La gente necesita agua y alimentos. Los hospitales necesitan medicinas. Este convoy tiene todo eso. Pero a pesar de nuestros esfuerzos y los de nuestros colegas de Naciones Unidas, sé que no es suficiente. Ni de lejos.

Como señaló uno de mis colegas de UNICEF apenas un par de semanas después de iniciada la guerra, el asesinato y la mutilación de niños, el secuestro de niños, los ataques contra hospitales y escuelas y la denegación de acceso humanitario son una mancha en nuestra conciencia colectiva. Era cierto entonces y sigue siéndolo ahora.

Desde la ciudad de Gaza avanzamos hacia el norte, hasta Jabaliya. Lo primero que observé fueron los montones de basura en descomposición frente a hospitales, oficinas y escuelas. Los servicios de saneamiento y recogida de basuras se han interrumpido por completo, por supuesto, ya que los camiones no tienen combustible para recogerla y el conflicto ha desplazado a la mayoría de los trabajadores que realizan estas tareas de todos modos. Uno de los hospitales que visitamos, el Hospital Árabe Al-Ahli, era un caos absoluto. Estaba abarrotado, era ruidoso, intenso. Nuestros camiones repartían suministros médicos mientras los heridos entraban sangrando.

Finalmente volvimos al sur de Gaza, a lo que llamamos el Centro de Operaciones Conjuntas. Allí es donde decenas de trabajadores de Naciones Unidas se reúnen para discutir la próxima misión. El ambiente era sombrío. Todos sabemos lo que necesitan las familias palestinas: necesitan más de todo, especialmente medicinas, agua, combustible y alimentos.

Pero la verdadera seguridad de los niños de Gaza depende de que las partes en conflicto garanticen que los trabajadores humanitarios tengan acceso sin trabas a los civiles dondequiera que se encuentren... de nuestra capacidad para llevar agua, alimentos esenciales, suplementos nutricionales, combustible y otros suministros humanitarios... y de que las partes apliquen un alto el fuego humanitario inmediato.

A menos que se cumplan esas condiciones, las vidas de los niños y niña de Gaza están amenazadas desde el cielo por las bombas, desde la tierra por las enfermedades y de muerte por el hambre y la sed. Ningún lugar es seguro.

Los niños de Gaza ya han sufrido bastante. Necesitamos un alto el fuego humanitario, y la paz, ya.

James Elder @1james_elder

Portavoz de UNICEF

Llamamiento urgente para ayudar a los niños y niñas de la crisis de Gaza.

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