Educación en Emergencias
Hoy en Lisboa se inicia la Cumbre de Ministros latinoamericanos, donde se plantea el objetivo de que más de la mitad de los niños y niñas de 3 a 6 años de todos los países de la región esté escolarizado en 2015 y que en 2021 se llegue al 100%. Hoy, más de 15 millones de niñas y niños de esas edades están sin escolarizar en la región.
República
Dominicana, es uno de los países, donde todavía hay que
recorrer un buen camino para alcanzar éste propósito de la
Organización de los Estados Iberoamericanos. El país se
encuentra en los límites más bajos de los niveles educativos de
toda América Latina. La baja calidad del sistema educativo se suma
a serios problemas en la cobertura; no existen aulas suficientes
para la población escolar, lo que genera una enorme población joven
fuera de las aulas y, por lo tanto, una elevada deserción escolar.
La pedagogía que se aplica dentro de las aulas es rígida,
repetitiva y mayormente autoritaria, y todo esto se desarrolla en
un calendario escolar en el que la media de horas al día que se
dedican realmente al proceso de enseñanza-aprendizaje en las
escuelas no supera las tres. En este contexto poco alentador para
la educación, se enmarcan las circunstancias geográficas de la isla
y su vulnerabilidad ante amenazas naturales, como son tormentas
tropicales, huracanes, deslizamientos, inundaciones, entre otras.
En la isla, prácticamente la mitad del año son meses de temporada
ciclónica, por lo que el riesgo de que la población sea afectada es
altamente significativo. Durante estos meses es muy habitual que el
calendario escolar se suspenda y que las escuelas se vean
seriamente afectadas. El uso de las escuelas como albergues
temporales es muy frecuente en el país en los periodos de
emergencias: se convierten en espacios donde se proporciona
temporalmente techo, alimentación, ropa, agua, salud y protección
en un plazo corto o medio, hasta que se puede retornar al hogar o a
un lugar seguro de manera permanente. Sin embargo, los
edificios escolares están diseñados para el proceso educativo y,
por lo tanto, no están acondicionados para albergar poblaciones. En
algunos casos están ubicados en territorios inseguros e incluso su
infraestructura no es sólida. En la mayoría de los casos, las
pérdidas que sufre el sistema educativo son notables en cuanto a
material escolar, infraestructura y mobiliario. El hecho de
que las escuelas sirvan como albergues durante los momentos
de emergencia, implica la suspensión de las actividades educativas,
lo que entorpece el derecho a la educación, además de que
agrava las condiciones de salud física y mental de los niños y
niñas, y limita los espacios de recuperación, protección y
alimentación complementaria. El retorno a las actividades
educativas después de una situación de emergencia provee a los
niños y niñas de una sensación de seguridad y normalidad. Permite
además, que los padres retomen sus labores y actividades de
reconstrucción, con la seguridad de que sus hijos están protegidos.
La educación durante las emergencias debe considerarse una
necesidad política y social, por lo que debe ser una prioridad
durante la emergencia. UNICEF EN ACCIÓN En UNICEF
República Dominicana, estamos trabajando para conseguir el menor
impacto posible de éstos fenómenos naturales, tanto en los niños y
niñas como en los centros escolares del país. En último término,
queremos garantizar que los derechos de la infancia se contemplen
no sólo antes, sino durante y después de las situaciones de
emergencia. Y para conseguirlo hay una herramienta imprescindible:
la educación. Para ello hemos venido utilizando entre otros
mecanismos el “Riesgolandia”; un material lúdico
innovador e interactivo para trabajar la gestión de riesgo con los
más jóvenes, que consta de un pequeño manual y un divertido juego
similar a nuestro “parchís”, donde cada jugada es una pequeña
lección de prevención. Otras de nuestras actuaciones se centra en
la post-emergencia, con la recuperación psicoafectiva de los niños
y niñas afectados por un desastre: “El retorno de la Alegria”,
donde con la colaboración de un amplio número de voluntarios y
expertos se trabaja para que, en la medida de lo posible, los más
pequeños recuperen la sensación de normalidad y seguridad previa al
desastre.
Actualmente, estamos trabajando, junto con el
Ministerio de Educación, en la introducción de las Normas Mínimas
de
Educación en Emergencias en el país. Queremos
poner en portada a los más pequeños frente a los desastres: son la
población más vulnerable en estas situaciones, pero en ellos está
la clave del cambio. Sus acciones y actitudes pueden instalar una
cultura de prevención, de manera que entiendan y conozcan los
fenómenos de la naturaleza, los efectos de las acciones humanas y
la necesidad de un desarrollo sostenible en el país y el planeta.
Priorizar la educación de los más pequeños es garantizar una
población más culta, menos vulnerable y, por consiguiente, más
preparada a la hora de mitigar los efectos de los desastres.
Invertir en educación es, más que una estrategia, una necesidad
para salir de la pobreza y alcanzar el desarrollo.