Acceso a la salud, un derecho ¿universal?

Lorena Cobas, Técnico de Cooperación y Emergencias de UNICEF España, nos cuenta su reciente visita a Angola para conocer el trabajo de UNICEF en este país africano Desde la perspectiva de un sistema de salud como el que tenemos en España, parece increíble que en Angola, ir a un hospital sea casi imposible para algunas familias.

Las comunidades en zonas rurales tienen que caminar durante horas para llegar al centro de salud, por lo que si estás enfermo o embarazada, no tienes ninguna posibilidad. A esto se suman los costes añadidos que supone para la familia el hecho de tener que comer fuera de sus casas, y en algunos casos alojarse si se requiere internamiento. Esta dificultad se intenta sortear a través de clínicas móviles especializadas, que cubren la atención primaria en las comunidades; los casos más graves se derivan al centro de salud.

El centro de salud también enfrenta sus dificultades, en cuanto al espacio disponible y a los suministros de medicinas, pero con el apoyo de UNICEF, de las ONG presentes en Cunene (provincia de Ondjiva, sur de Angola) y del Gobierno Provincial, parece que estos problemas se van superando. Aún con estas limitaciones, el centro de salud está salvando la vida de muchas personas. El lado más duro de la visita, sin embargo, fue la “sala de aislamiento”. Se trataba de dos tiendas de campaña, y las condiciones de las mismas eran muy malas. Al entrar sentimos un calor abrasador, y un hedor horrible. Dentro había cuatro niños tirados en el suelo. Sólo se oían sus llantos y lamentos, y las miradas de sus madres perdidas al no poder dar consuelo a sus pequeños. Estos niños tenían sarampión, una enfermedad erradicada en los países desarrollados, pero que sigue siendo una de las primeras causas de mortalidad infantil en los países del Sur.Las campañas de vacunación apoyadas por UNICEF están ayudando a disminuir el impacto negativo de esta enfermedad, pero aún queda mucho por hacer. Lo más curioso es que los niños que estaban en estas “salas de aislamiento” ya habían superado la fase en la que pueden contagiar la enfermedad,  pero los otros pacientes aún tenían miedo a compartir el espacio con ellos, por miedo a contraer la enfermedad.Una vez más, la discriminación y la falta de conocimiento ha golpeado a los grupos en situación más vulnerable.