Un año de COVID, diez años de guerra en Siria
En UNICEF pedimos el fin del conflicto en Siria y una paz duradera.
016/03/2021
Este mes de marzo se cumplen diez años desde que comenzó en Siria esta guerra terrible y sin sentido. Hace también más o menos un año desde que la COVID-19 cambió nuestras vidas de tantas maneras distintas.
Hace poco intentaba explicarles lo que esta guerra significa para los niños a mi familia y amigos que no están familiarizados con Siria. Les decía entonces: “Pensad en lo que este último año ha significado para todos nosotros: un año de incertidumbre, un año sin poder viajar libremente, un año sin poder reunirnos con amigos o familiares enfermos, un año perdiéndonos los últimos días de nuestros seres queridos".
"También un año sin recibir la necesaria atención médica debido a otras prioridades sanitarias, un año viendo a nuestros hijos e hijas sin poder ir a clase y luchando por mantenerse motivados todo el día frente a una pantalla, un año de gente perdiendo su trabajo, un año sin poder abrazar a los que queremos, un año lleno de sufrimiento emocional, miedo y ansiedad…”
Pues ahora imaginad que todo esto dura no un año, sino diez, que es además lo único que conoces desde que naciste, que tuviste que dejar tu casa, tu colegio, tu ciudad y tu país, que tuviste que escapar de las bombas que caían alrededor de ti, que perdiste una pierna o viste a amigos morir, que no tienes un ordenador o internet para poder dar clases online.
O que tus padres han perdido todo lo que tenían y no encuentran trabajo, que a ti o a tu hermana la casaron siendo niña para evitar la pobreza o por miedo, que no sabes lo que pasará mañana o el mes que viene porque no hay vacuna contra la guerra o la miseria.
Estos diez años de guerra han traído sufrimientos difíciles de imaginar para millones de personas, para millones de niños y niñas. Casi seis millones de niños sirios han nacido en estos diez años y no conocen otra cosa que la guerra. Más de dos millones y medio son refugiados (el 85% en los países vecinos) y otros tantos han sido desplazados dentro de Siria. Casi el 80% de los ciudadanos sirios viven bajo el umbral de la pobreza.
Por otra parte, más de tres millones de niños están sin escolarizar en Siria, así como un tercio de los que están refugiados en los países vecinos. Ha habido casi 12.000 casos de niños asesinados o heridos, y eso son solo los casos que Naciones Unidas ha podido verificar. Se calcula que el coste económico de la guerra ha sobrepasado el billón de dólares. Y la lista de horrores suma y sigue.
Pero a pesar de este panorama tan desolador, sería mucho peor si no hubiéramos estado allí. Creo que es importante recordarnos todo lo que se ha hecho y todo lo que se sigue haciendo, gracias a la generosidad y al compromiso de los países de acogida, de los gobiernos, de los donantes, de las comunidades y, por supuesto, de los socios de No Lost Generation.
Una década trabajando por los niños de Siria
Bajo el paraguas del plan regional para los refugiados en los cinco principales países de acogida (Turquía, Jordania, Líbano, Irak y Egipto), el 3RP -por sus siglas en inglés- y el Plan de Respuesta Humanitaria para Siria, y dentro de la iniciativa No Lost Generation, se ha hecho mucho.
Cuando leo estos días los blogs y las historias tan inspiradoras que nuestros socios están compartiendo, no puedo evitar pensar que para muchos, muchísimos niños, adolescentes y jóvenes hemos hecho una diferencia real en sus vidas y seguimos haciéndolo.
También cuando leo los esfuerzos del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) para combatir el matrimonio infantil, sobre el programa Regreso al Futuro en Líbano, sobre el apoyo de Visión Mundial a las mujeres y niñas con discapacidad en el noroeste de Siria, sobre las historias de Yassin, Ikhlass, Nader y sus dos hijos, Sima y Ahmed, Maise y Faysal; cuando pienso en mi reciente visita a un centro Makani de UNICEF aquí en Jordania…
No podemos conformarnos: tenemos que hacer mucho más y mucho mejor. Pero también podemos estar orgullosos.
Después de diez años es comprensible que estemos cansados, que estemos frustrados, que nos cuestionemos, pero no perdamos nuestra capacidad para indignarnos ante esta guerra sin sentido. Sigamos exigiendo que la guerra termine en Siria y que se logre una paz duradera.
Mientras tanto, redoblemos nuestros esfuerzos para seguir apoyando a todos estos niños, adolescentes y jóvenes, dentro y a través de las fronteras. Sigamos abogando para que haya recursos predecibles y flexibles que nos permitan seguir haciendo la diferencia con y para ellos.
Sí, después de diez años una generación entera de niños ha sufrido mucho, pero no todo se ha perdido. Debemos mantener viva la esperanza. Se lo debemos.
La vida de millones de niños sirios está en riesgo
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