Ayudando a las familias rohingya a salir de la pobreza

Tras varios años separados por la falta de recursos, dos madres rohingya vuelven a reunirse con sus familias después de montar un pequeño negocio gracias al apoyo de UNICEF.

Imagen de una mujer en Bangladesh

Gracias a personas como tú, que colaboras con Unidos por los rohingya, podemos llevar a cabo un programa de empoderamiento económico que ayuda a las madres solteras a crear pequeñas empresas para obtener ingresos y combatir la desnutrición. Sigue leyendo y prepárate para conocer estas dos historias con final feliz.

Minuara y Akhimoni:

Cuando empezamos a hablar con Minuara sobre el momento en el que dejó a su hija en el orfanato con solo seis años, su voz empieza a quebrarse: “No podía pensar en otra cosa, sólo en el día en que volvería a verla”, nos cuenta entre lágrimas. Su marido era pescador y la abandonó cuando acababa de enterarse de que estaba embarazada. Desde entonces, crio a Akhimoni como madre soltera, pero no podía darle a su hija una vida digna. “Con lo que ganaba trabajando como empleada doméstica no tenía suficiente para darle de comer y que fuera a la escuela”, nos explica.

Con todo el dolor de su corazón, Minuara decidió llevar a la pequeña a un orfanato, donde por lo menos sabía que iba a recibir tres comidas al día, un techo y una educación. Los primeros meses fueron horribles para ambas, por no hablar de que la joven madre tuvo que dejar de comer para poder pagar los viajes hasta el orfanato y visitar a Akhimoni una vez a la semana. Pero todo cambió hace unos meses, cuando fue seleccionada para participar en este proyecto. Gracias a nuestra red de colaboradores, abrió una pequeña tienda en su aldea, donde vende huevos y otros alimentos. Una ayuda que le ha permitido volver a hacerse cargo de su hija y que esta pueda ir a la escuela.

Imagen de una mujer en Bangladesh cuidando unoas gallinas

Le proporcionamos un gallinero y 10 gallinas para que pudiera empezar su negocio.

Aunque sigue enfrentándose a las dificultades de vivir en un campo de refugiados como Cox’s Bazar, ahora tiene una pequeña tienda hecha con ramas de bambú que le aporta los ingresos suficientes para salir adelante. Esta iniciativa de UNICEF le ha cambiado la vida, como ella misma nos explica: “He aprendido a preparar el alimento para las gallinas, a cuidarlas, a protegerlas de enfermedades y a ayudar a los pollitos a salir del cascarón”.

Ahora Minuara está pensando en ampliar el negocio y comprar más gallinas. “Me he propuesto que, cuando llegue a 26, empezaré a vender pollitos”, nos cuenta con una sonrisa de oreja a oreja. Aunque nada comparado con la felicidad que siente por haber podido reencontrarse con su hija.

Imagen de un niño en Bangladesh

Akhimoni con una de las gallinas de su madre.

“Estoy muy orgullosa de mi madre y de la tienda que ha montado gracias a UNICEF. Yo le ayudaré a cuidar de nuestras gallinas para poder vivir mejor”, nos dice Akhimoni al despedirnos.

Monjura y Tania:

Ese sentimiento de felicidad al reencontrarse con su madre lo comparte con Tania, de 15 años, que también pasó su infancia en un orfanato porque su madre no llegaba a fin de mes y no podía darle una infancia digna. Para Monjura es demasiado doloroso hablar de ello, una prueba más de cómo la inseguridad alimentaria puede arruinar la vida de las personas. Cuando tuvo a Tania, tenía que recorrer cada día cientos de kilómetros hasta llegar a una zona agrícola en la que trabajaba recogiendo chiles por poco más de 1 euro al día. Sin embargo, desde que forma parte de esta iniciativa de UNICEF, se gana la vida criando gallinas y vendiendo huevos.

“El pasado ha sido muy duro, pero vamos a centrarnos en lo positivo. Antes no podía ni comprar un huevo, pero gracias al apoyo de UNICEF, ahora tengo 22”, nos cuenta mientras nos enseña la cesta y el rostro se le ilumina. Y es que la cría de aves de corral es una forma sencilla y fácil de generar ingresos en pequeñas granjas encabezadas por mujeres, además de ayudar a las familias a llevar una dieta nutritiva, variada y asequible.

Imagen de una familia en Bangladesh

Monjura, de 30 años, posa junto a Tania y a sus dos hijas menores con su cesta de huevos.

La desnutrición sigue siendo un problema de salud pública en Cox's Bazar, donde 25 de cada 100 niños no alcanzan la altura normal para su edad, y 10 de cada 100 niños están demasiado delgados para su altura. Las poblaciones vulnerables tienen serias dificultades para acceder a alimentos en la cantidad y calidad necesarias para satisfacer sus necesidades de calorías y nutrientes. Por eso Monjura nos dice que, aunque podría vender más huevos y ganar más dinero, prefiere guardárselos a sus hijas, ya que por primera vez tienen una fuente de proteínas a su alcance.

La familia de Minuara y la de Monjura son sólo dos ejemplos, pero gracias a tu colaboración con el programa Unidos por los rohingya de UNICEF, estamos consiguiendo que miles de niños y niñas vuelvan a reencontrarse con sus seres queridos y a tener una vida digna. Son proyectos innovadores que logran grandes cambios.