Junto a 1.500 niños y niñas rohingya con discapacidad
El programa Unidos por los rohingya está siendo vital para miles de niños que se ven limitados por su condición física. Tú eres parte de la solución y la prueba de que no hay que renunciar a los sueños, solo derribar las barreras que nos separan de ellos.
En este momento del verano, la mayoría de niños, niñas, jóvenes y estudiantes en general están disfrutando de unas más que merecidas vacaciones tras los exámenes de final de curso. Sin embargo, los centros educativos, así como UNICEF y nuestra red de colaboradores, ya nos estamos preparando para la vuelta al cole de septiembre, con el objetivo de que todos los niños del planeta, sin importar su origen o su lugar de procedencia tengan garantizado su derecho a la educación. Como sabes, nuestra misión es estar al lado de los más vulnerables, por eso este verano nos estamos centrando en ayudar a los niños y niñas rohingya que sufren algún tipo de discapacidad. Hasta el momento, 1.500 niños y niñas con discapacidad ya han recibido tu ayuda, gracias al programa Unidos por los rohingya.
Hoy queremos contarte la historia de Ehsan, un joven de 14 años que vive en la comunidad rohingya del campo de Cox’s Bazar en Bangladesh y que está recibiendo el apoyo de UNICEF para poder recuperar su vida después de sufrir un trágico accidente y perder los dos brazos.
El joven está aprendiendo a escribir con el pie a causa de su discapacidad.
Una de las cosas que más le gustaba era jugar al fútbol. Por eso, cada noche Ehsan y sus amigos quedaban para echar un partido y pasar un buen rato juntos. Sin embargo, las malas condiciones en las que la población rohingya se ve obligada a vivir hicieron que hubiera un cortocircuito en un cable de la luz y que cayera sobre los niños, electrocutando a Ehsan y a dos de sus amigos, uno de los cuales acabó muriendo poco después. Él por suerte pudo contarlo, pero para poder salvar su vida, los médicos se vieron obligados a amputarle los dos brazos. La cirugía le tuvo paralizado durante más de dos meses, ya que no podía caminar ni sentarse solo.
Cuando por fin fue consciente de lo que le había sucedido y de las consecuencias físicas y psicológicas a las que iba a tener que hacer frente durante el resto de su vida, ¿sabes qué es lo que primero que pensó? Que le daba mucho miedo no poder volver a estudiar. “Cuando vivía en Myanmar, fui al colegio hasta 2º de primaria, pero al poco tiempo tuvimos que dejarlo todo e irnos a Bangladesh, así que perdí la esperanza de terminar el colegio”, nos explica en nuestra visita al centro de aprendizaje de UNICEF. Sin embargo, cuando llegó a Cox’s Bazar, Ehsan hizo todo lo posible por seguir aprendiendo: se matriculó con un tutor privado para que le diera clases particulares e incluso estaba ilusionado por empezar con el nuevo plan de estudios de Myanmar que estamos implementando en el país. Pero de repente un día, todos esos sueños se desvanecieron en la cama de un hospital.
Un amigo de Ehsan le recoge cada mañana en su casa y le lleva la mochila hasta el cole.
Después del accidente, hace algo más de un año, el joven tuvo que poner todo de su parte para recuperar su vida, empezando por volver a aprender a andar. Por eso, los equipos de UNICEF le brindamos el apoyo de un fisioterapeuta que le visitaba todos los días para hacerle tratamientos en las piernas para acelerar el proceso. Cuando volvió a sentir la confianza para andar solo, su vida dio un cambio radical y ya solo pensaba en volver a clase.
Los dos amigos llegan al centro de aprendizaje de Cox’s Bazar con la mochila de UNICEF.
“Tan pronto como volví a andar, hablé con mis padres para que me ayudaran a volver a clase. Mi maestra vino a casa a verme y me acompañaba hasta el centro de aprendizaje todos los días. Y ahí es cuando se nos ocurrió que quizá podría aprender a escribir con el pie. Era muy difícil y doloroso, pero sobre todo me daba mucha vergüenza de que mis compañeros me vieran. Pero ahora, escribo con el pie y mis amigos me admiran porque no conocen a nadie más que lo haga”, nos explica orgulloso.
Como ves, con la ayuda necesaria el joven volvió a sentir que podía conseguir su sueño de seguir formándose y completar sus estudios. Su padre nos cuenta emocionado lo orgulloso que está de su hijo por su afán de superación: “Cuando mi hijo perdió los dos brazos, se me rompió el corazón. Siempre pensé que Ehsan iba a llegar lejos, porque es y ha sido muy inteligente, incluso cuando era pequeño. Así que estoy tremendamente agradecido a UNICEF por haber ayudado a mi familia para que mi hijo haya podido recuperarse”.
Es sorprendente ver la técnica que Ehsan ha adquirido para escribir con el pie.
Hace solo unas semanas, Ehsan hizo su primer examen de final de curso en el centro de aprendizaje del campo de refugiados. A diferencia del resto de sus compañeros, Ehsan escribió toda la prueba usando un bolígrafo con el pie derecho. Sin embargo, su discapacidad no le ha impedido graduarse en 6º de primaria y ser uno de los estudiantes más brillantes de su clase.
Como ves, enfrentarse a las dificultades que genera tener una discapacidad es aún más difícil en contextos desfavorables como el del pueblo rohingya. Sin embargo, allá donde un niño nos necesite, en UNICEF nos pondremos manos a la obra para que ninguno de ellos renuncie a sus sueños. Nuestra infancia es el futuro y nos necesita más que nunca, así que contamos contigo para seguir protegiendo sus derechos.