"Mi mejor amiga es mi awule*"

Compartimos una inspiradora historia sobre cómo la amistad salvó a una niña de la Mutilación Genital Femenina en Etiopía.

Imagen de dos niñas

© UNICEF/UN0410887/Ayene

Mekiya, de 11 años, y su mejor amiga, Magfira, se dirigían a la escuela una brillante mañana de noviembre, y hablaban sobre lo que había pasado el día anterior. Antes de salir de casa, su madre le había dicho que la circuncidarían al anochecer junto con su hermano mayor. 

De hecho, Mekiya había visto todos los preparativos de la fiesta que se daría para celebrar el ritual. Era demasiado joven para conocer todas las consecuencias de la Mutilación Genital Femenina (MGF), pero lo suficientemente mayor como para entender, por lo que le habían contado las niñas sometidas a esta práctica en su barrio y en su escuela, que ésta conlleva mucho dolor. 

"Mi madre me ha dicho que me van a cortar esta noche"

"Mi madre me ha dicho que me van a cortar esta noche. Estoy muy preocupada", le dijo Mekiya a su amiga. Magfira se inquietó mucho al escucharla y se preocupó también por su propia suerte. "¿Significa eso que puedo ser yo la siguiente?". 

Imagen de Mekiya

© UNICEF/UN0410904/Ayene

Las dos niñas estuvieron muy preocupadas durante todo el día en la escuela, preguntándose qué pasaría cuando volvieran a casa. Pero Magfira tenía una idea. Sabía que su padre era miembro del equipo de vigilancia de la aldea que supervisa prácticas nocivas como la MGF.  

"Cuando volví de la escuela, le dije a mi padre que Mekiya iba a ser cortada", explica Magfira. Esperaba que su padre utilizara su influencia para salvar a su mejor amiga. Y fue una decisión inteligente.  

Su padre alertó inmediatamente al administrador del kebele (subdistrito), Kesi Shifa, y a la persona encargada de los asuntos de la mujer, la señora Botege Sancha. Ambos acudieron a la casa de Mekiya y hablaron con sus padres. "Sabemos que cuando las familias se preparan para circuncidar a los niños, eso también se toma como tapadera para cortar a las niñas", explica Botege. "Así que tuvimos que actuar de inmediato".  

Botege, activista contra la MGF y el matrimonio infantil, habló largo y tendido con la madre de Mekiya. "Me decepcionó mucho oír que Sofía seguía queriendo cortar a su hija. La comunidad ha decidido poner fin a esta práctica", nos cuenta. "Sofía pensaba que lo que ella llamaba 'un pequeño corte' estaba bien para mantener el ritual de la sunnah", explica Botege. "Me preocupaba que mi hija fuera diferente si no la cortaban. Me equivoqué. Mi marido estaba en contra de la idea", señala Sofía.  

Botege quería estar segura de que Mekiya no iba a sufrir esta práctica, así que la se la llevó con ella mientras diferentes miembros de la administración local se sentaron con los padres de la niña para convencerlos de que la MGF, en cualquiera de sus formas, es totalmente "inaceptable".

La MGF es inaceptable

Al cabo de tres días, Mekiya regresó a su casa contenta de haber escapado del calvario de la MGF.  

Imagen de Mekiya y Botege

© UNICEF/UN0410885/Ayene

A pesar de estar reconocida internacionalmente como una violación de los derechos humanos, la MGF se sigue practicando en muchos países del mundo, poniendo en peligro a casi 4 millones de niñas cada año.

Según nuestros cálculos, la práctica se ha realizado en al menos 200 millones de niñas y mujeres en 31 países. En la región de Etiopía donde vive Mekiya, cerca del 50% de las adolescentes de entre 15 y 19 años han sido sometidas a la MGF. A menudo, la ablación se produce antes de los 14 años, pero niñas de hasta 19 años también son sometidas a la práctica.  

Sin embargo, el pueblo de Ebot Trora ha hecho grandes progresos contra la MGF. La administración local ha creado un mecanismo en el que participan ulamas (líderes religiosos), ancianos, grupos de mujeres y antiguas personas que practicaban la circuncisión. Se mantienen conversaciones periódicas con la comunidad para sensibilizar a los vecinos, mientras los miembros del equipo de vigilancia están atentos a las actividades sospechosas que ponen en peligro a las niñas.  

"Trabajamos estrechamente con los ulamas, los grupos de mujeres, las escuelas, los ancianos y los líderes de los idir (grupo de apoyo local) para que ellos mismos tomen medidas", nos explica Rawda Mohammed, la responsable del kebele. "Si la comunidad no se implica, es imposible cambiar las actitudes". 

Tal vez, pero las actitudes arraigadas son difíciles de dejar de lado. Algunas familias siguen enviando a sus hijas a parientes que viven en otros kebeles donde la vigilancia sobre la MGF no es tan fuerte como en Ebot Trora. "Somos conscientes de lo dañina que es esta práctica. Este es el reto al que nos enfrentamos actualmente y por eso hemos empezado a coordinar la vigilancia con todos los kebeles vecinos", añade Rawda. 

*awule, significa salvadora

Demissew Bizuwerk

UNICEF Etiopía

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