Yemen: la abuela que solo quiere la paz
"No quiero nada para mí. Solo quiero que estos niños sean felices y puedan vivir en paz".
Estas son las sencillas palabras de Alhaga
Misk, una abuela de 55 años que vive con
sus 4 nietos en un campo de
desplazados en la provincia
de Ibb, en Yemen.
Conocí a Alhaga y a los niños en una de mis últimas
visitas a Ibb. Los pequeños están a su cargo desde
que su padre desapareció, hace ya cinco
años. Su madre está atrapada en otro
pueblo debido al conflicto.
Me contó que los
niños, asustados por los
incesantes sonidos de la guerra, se agarraban
a ella fuertemente, sin parar de llorar. Los
bombardeos se dirigían a un campo
militar que se encontraba cerca de su
casa y, por este motivo, decidió sacar a
los niños del pueblo y llevarlos
a un lugar más seguro.
"Fuimos caminando y nos quedamos en las casas
de amables personas que nos dejaron
pasar la noche", me explicaba. "Finalmente llegamos
a Ibb y buscamos
el campamento. Después de tres días de viaje,
teníamos
mucha hambre, sed y
estábamos muy cansados. Nuestros pies estaban
machacados. Encontré un café y entré
a pedir agua para los niños, pero el
propietario me dijo que sin
dinero, no había agua".
YEMEN: "DEMASIADO POBRE PARA MANDARLOS AL COLEGIO"
"Mientras me alejaba,
las lágrimas caían por
mis mejillas. Un joven se nos acercó y nos
preguntó qué había pasado", recordaba. "Nos pidió que esperáramos
y, momentos después, nos trajo agua y
un coche para llevarnos a
un hotel cercano donde nos
dieron comida, agua y mantas".
Le pregunté por la educación de sus
hijos y por qué estaban todos en
el primer curso, a lo que me respondió:
"Era demasiado pobre para mandarlos al
colegio. Pude darles de comer gracias a
la recogida y venta de botellas. Justo el año
pasado encontré un trabajo de
limpiadora cerca del colegio. Como ya
tenía salario, los registré en
el colegio. Sin embargo, la guerra
ha interrumpido su escolarización y ha
destruido mis esperanzas de proporcionarles
una educación básica".
YEMEN: "QUIERO VER A MI MADRE Y VOLVER A CASA"
Al escuchar sus historias, mis emociones
estaban a flor de piel y
los ojos se me llenaron de lágrimas. Les
pregunté a los niños qué es lo que querían. Anatar, que tiene 10
años, me contestó llorando: "Quiero ver a mi
madre y volver a casa". Ragad,
de ocho años,
permanecía tímida y silenciosa.
Roa'a, que tiene seis años, sonrió y exclamó: "¡Dame cualquier cosa
que tengas!", mientras que el pequeño Mohsen me dijo: "¡Quiero un
pastel!".
Mientras la guerra continúe, no habrá
esperanza para que Misk y sus nietos
puedan volver a casa pronto. Según las
últimas cifras, 1 millón de
personas en Yemen han
tenido que dejar sus hogares debido al
conflicto. Muchos de ellos tienen historias
similares o incluso peores a las de Misk.
Post escrito por Rania Al-Zubairi, técnico de comunicación
para el desarrollo en UNICEF Yemen