Un recorrido por Badin, afectado por las inundaciones
Por Abdul Sami Malik, UNICEF Pakistán
Recorrer el distrito de Badin es como un ‘déjà vu’. Las fuertes lluvias del monzón que provocaron un desastre sin precedentes en Pakistán durante 2010 han vuelto reforzadas para azotar el sur del país. Más de 5 millones de personas han resultado afectadas y según el pronóstico meteorológico, se esperan más lluvias en los próximos días.
De los 23 distritos que componen la provincia deSindh, 22 se han visto afectados, por lo que lasactividades de recuperación y rehabilitaciónrealizadas por las organizaciones humanitarias han recibido un duro
golpe.
El distrito de Badin, que tuvo la fortuna de que no le afectara las
inundaciones de 2010, y que albergaba poblaciones desplazadas de
los distritos vecinos, ha sido ahora uno de los más gravemente
dañados. El 68% de los más de 1,4 millones de
habitantes se ha visto afectado.
Más de 500 personas desplazadas se han refugiado
en un colegio de la ciudad de Badin, que lleva casi un mes
convertido en campamento de desplazados, con instalaciones de
saneamiento insuficientes.
La historia de Zubaida
Zubaida es una mujer viuda que vive en el campamento improvisado junto a sus cinco hijos, desde que tuvo que abandonar su aldea debido al aumento del nivel del
agua. Aunque está firmemente decidida a superar la situación, se lamenta de losservicios insuficientes: “Hemos estado viviendo en este campamento durante un mes sin mucha ayuda de nadie. A veces obtenemos agua potable de la cisterna, pero tengo que cocinar para mis hijos. Hay agua sucia alrededor e incluso dentro del edificio. Varios niños están enfermos, pero no tenemos ni médicos ni medicinas”.En la aldea de Fatehpur, cerca de la ciudad de Badin, 55 familias se alojan en el edificio de una escuela primaria. El edificio tiene entre 60 y 90 centímetros de agua a su alrededor y la gente debe caminar con el agua hasta las rodillas para abandonar o entrar en su casa. Los animales muertos que flotan en el agua, los mosquitos y la falta de agua potable suponen una gran amenaza para la población. “No puedo llegar a mi casa. Es demasiado peligroso caminar por el agua que lo rodea todo. Mis hijos son muy pequeños y no están bien. Me alojo en este refugio temporal y preparo la comida para mis hijos. Nos iremos a casa cuando decrezca el agua”, dice Rehana, que vive en el centro de la aldea con sus hijos.