Tifón en Filipinas: la destrucción no tiene la última palabra en Tacloban
Por Diana Valcárcel, coordinadora de proyectos de comunicación de UNICEF España
Se cumple un mes desde aquel trágico día cuando a las 5 de la mañana el tifón Yolanda/Haiyan azotó con furia las islas del centro de Filipinas. Fueron horas de un viento que alcanzó los 300 kilómetros por hora y mareas ciclónicas que levantaron el mar 5 metros arrasando la zona costera.
He oído muchos testimonios de cómo las personas vivieron la angustia de esas horas. Unos se agarraron a los cocoteros, otros vieron cómo los tejados de sus casas volaban, otros agarraron a sus hijos pero las tormentas ciclónicas los arrancaron de sus manos para siempre. Recuerdo una madre que me contó que perdió a su bebé de tres meses. No me olvido de su cara, no me olvido de su historia.
Muchos lo describen como una pesadilla, el
ruido como el del motor de un avión encima de la cabeza o como
el sonido “los fuegos artificiales de Navidad”, según me
explicó Junie M. Ubaldo, por el ruido de los tejados que se
estrellaban contra el suelo.
Otros sobrevivieron y dan gracias al cielo y a la vida por
seguir vivos aún en las circunstancias difíciles por las que están
pasando.
Desde el 19 de noviembre que es cuando llegué
Tacloban, la ciudad ha
mejorado notablemente. Han pasado 17 días y hemos vistocambios a diario: se retiran kilos y kilos de
escombro cada día, las tienda están abriendo, la gente estáreconstruyendo sus casas, hay restaurantes que
sirven comida.
La ciudad empieza a tener una vida en medio de mucha
destrucción y de mucho dolor
Es impresionante ver cómo el
trabajo de la
comunidad filipina, de las
organizaciones locales e
internacionales han logrado que esta ciudad
empiece a tener una
vida un poco más normal en medio aún
de mucha destrucción y de mucho dolor.
Delante del lugar donde vivimos cuelga un cartel que dice:
“Back to business. We deploy: internet wifi” (Vuelta al negocio:
ofrecemos servicios de internet wifi). Esto suena amilagro después de estar los primeros 25 días
buscando la señal de internet. Para las personas
que trabajamos en comunicación ha sido una lucha contra los
elementos lograr enviar nuestras historias, nuestras fotos,
nuestros vídeos.
Hemos pasado largas tardes mirando nuestras pantallas
esperando que nuestros archivos se enviaran y después de 5, 6, 7
horas el mensaje “failed transfer” frustraba nuestro empeño de
contar lo que está pasando en Tacloban, de contar cómo están los
niños y qué estamos haciendo por ellos.
Oficialmente se dice que han muerto 5.700 personas a causa del
tifón. El número de niños que han sufrido las
consecuencias del tifón aumenta cada semana. A día
de hoy son 6,3 millones. Estos millones tienen caras para mí:
Karen, Angeline, Carl, Alexa, Apple Joy, Sofia, Edna, Jonalyn,
Chabelata, Justin Max.
Podría seguir con muchos más. Sólo decir que estosniños tienen historias tan
concretas como Sofia y Edna que fueron enviadas a Manila con su tía
porque su casa se destruyó y su madre no tienen dónde
resguardarlas. Karen vive con su familia en un centro de evacuación
donde comparten el espacio de un aula con ocho familias. Joela me
enseñó su casa en San Roque: unos tablones de madera, trozos de
uralita y una lona de plástico. Apple Joy me señaló el lugar donde
estaba su casa donde literalmente no quedó nada más que el inodoro
sobre un pedazo de cemento.
Pero el trabajo que llevamos haciendo durante este mes la
comunidad filipina y las organizaciones de ayuda
humanitaria nacionales e internacionales tieneresultados felices también. Apple
Joy, de 10 años, puede disfrutar de un Espacio
Amigo de la Infancia en el centro de evacuación donde vive
actualmente. Ahí puede jugar, aprender,olvidar el trauma que pasó mientras dibuja, canta
o lee libros.
En el caso de Karen ocurre lo mismo. En el
centro de evacuación de Rizal, esta niña de 10 años va cada mañana
durante dos horas a jugar con sus amigos. El Espacio Amigo de la
Infancia de Rizal, que al inicio era solo una carpa, hoy está
preciosamente decorado por sus profesoras gracias a los kits de
recreación que contienen juguetes y material de aprendizaje. He
visto a Karen muchos días seguidos y cada día estámás contenta.
Justin Max que también vive en Rizal fuevacunado el día 26 de diciembre contra el
sarampión, la polio y recibió vitamina A para reforzar su sistema
inmunológico durante la campaña masiva de vacunación que UNICEF y
aliados pusieron en marcha con el objetivo de proteger de
enfermedades a 33.000 niños en Tacloban.
Alexa y Carl volvieron a sucolegio en Palo el día 2 de diciembre, y aunque su
clase era esta vez bajo una carpa de UNICEF,
estaban felices de poder volver a clase “porque sus compañeros
habían sobrevivido”.
Angeline me replica cada vez que la veo que no se llama
Angelica. He conocido a tantos niños desde que llegué y aunque me
sé casi todos sus nombres, a veces fallan algunas sílabas. No hay
problema, Angeline me recordará montada en su bicicleta que ya es
hora de que me acuerde.
A Jonalyn la conocí hurgando en la caja de juguetes de uno de
los espacios amigos de los bebés que UNICEF ha instalado en los
centros de evacuación para que las madres puedan amamantar a sus
bebés y los menores de 5 años puedan jugar.
La destrucción no tiene la última palabra en Tacloban: la
última palabra es para la reconstrucción, eltrabajo, el esfuerzo y laesperanza del pueblo filipino. Todo un ejemplo de
coraje y resistencia.
Los avances que hemos visto en Tacloban y en otras zonas de
Filipinas han sido posibles gracias a la ola de
solidaridadque se ha movido a nivel mundial, a cada aportación grande y
pequeña de los particulares, empresas e instituciones que habéis
contribuido para que las personas afectadas por el
tifón
Haiyan/Yolanda salgan adelante. Se lo merecen.