Que la guerra pare
Por Cristina Ribes, Responsable de Alianzas en Comunicación.
La crisis de Siria está provocando un éxodo de gente sin precedentes desde el genocidio de Ruanda, donde veíamos en nuestros televisores mareas de gente andando con sus pertenencias anudadas sobre la cabeza, huyendo del miedo y el odio.
La de Siria es una crisis que ni se ve, ni se oye. Nos hemos
cansado de ver en la tele imágenes horrorosas de bombardeos
indiscriminados y matanzas en Alepo o Homs que han costado la vida
a miles de civiles, de los cuales más de 6.000 son niños.¿Cuánto tiene que durar el horror o qué nivel de barbarie
se tiene que alcanzar para que la comunidad internacional reaccione
y ponga freno a esta tragedia humanitaria?
Caminamos entre las tiendas del campo de refugiados de Domiz
como quien recorre un campamento abandonado. Quizás las altas
temperaturas, que rondan los 50 grados, hacen que la gente se
resguarde dentro de las tiendas donde el calor no es tan
asfixiante.
Me sorprende la hospitalidad de la gente, como Selma, una
refugiada siria de 51 años que nos invita a entrar a su nuevo
hogar, nos ofrece amablemente un té y nos cuenta de manera pausada
que llegó al campo de Domiz hace cinco meses.Su marido murió en
Siria por un problema de corazón y la guerra y la falta de trabajo
les hizo huir con lo puesto, cruzar la frontera de Irak e
instalarse en este campo de refugiados. En la tienda en la que
conversamos viven 10 miembros de su familia, tres de ellos
niños.
Mientras su nieto Zemzem, de un año y medio, duerme en medio
de la tienda, ella nos cuenta que a su otra nieta, Silbana de doce
años, le gustaba ir al colegio cuando vivían en Siria, pero desde
que llegaron al campo apenas va. Extraña a sus amigos y se
avergüenza porque no tiene ropa adecuada para ir al
colegio. A Selma le preocupa el presente y futuro de sus
hijos y sus nietos.
Selma es una de los 50.000 refugiados que viven en el campo de
Domiz, creado en abril de 2012 para acoger a los miles de
refugiados que cruzan la frontera para dejar atrás la guerra.UNICEF ha construido junto a ACNUR dos escuelas para que
los niños puedan seguir aprendiendo lo que un día comenzaron a
estudiar en Siria.
LA IMPORTANCIA DE ESTAR EN UN ENTORNO SEGURO
Visitamos los dos colegios con Pau Gasol, embajador de UNICEF
Comité Español y podemos ver con nuestros propios ojos los efectos
que tiene en los niños el estar en un entorno seguro, compartiendo
ratos de aprendizaje y ocio con otros niños que han pasado por
situaciones que no queremos ni imaginar. Las escuelas están a
rebosar, y los compañeros de UNICEF Irak nos cuentan queaún hay muchísimos niños sin escolarizar, por lo que entre
los planes futuros está construir una tercera escuela, que
acogerá a niñas como Silbana. 

El trabajo de UNICEF en los campos de refugiados es enorme.
Además de las escuelas, UNICEF proporciona
agua potable para que los refugiados puedan
beber y asearse y está construyendo los sistemas de saneamiento
para que las condiciones de salubridad dentro
del campo sean adecuadas. El calor es extremo, y las
enfermedades como el cólera se transmiten fácilmente, así que
evitarlo a toda costa es objetivo de todas las organizaciones
humanitarias que trabajan dentro del campo.
Lamentablemente las previsiones no son buenas y de aquí a
finales de año, probablemente los 50.000 refugiados actuales se
convertirán en 150.000. Queda mucho por hacer. Pero lo más
urgente y necesario es que la guerra pare.
Para más información sobre el trabajo de UNICEF en la crisis de Siria pincha aquí.
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