Informe sobre Desarrollo Humano 2014: amenazas que nos hacen avanzar lentamente

El mensaje que da el Informe sobre Desarrollo Humano 2014 es claro: existen indicios de que el progreso de desarrollo humano es cada vez más lento. Y… ¿por qué? Sobre todo por la combinación de dos factores que se terminan convirtiendo en una auténtica pócima mortal: “amenazas” y “vulnerabilidad”.

El Informe sobre Desarrollo Humano pretende cada año clarificar, entre tanta cifra macroeconómica que se maneja, cómo transcurre la vida de las personas en todos los países del mundo: qué posibilidades reales tienen de alimentarse bien, de acudir a la escuela, de conseguir un empleo, de ser atendidos en un hospital, de tener acceso a internet… o qué nivel de seguridad tienen en sus calles y en sus hogares

Vivimos en un mundo lleno de amenazas. Son impactos, crisis, shocks, como queramos llamarlos, que convierten a muchas personas en “vulnerables”, esto es, que pasan a situarse en “zona de peligro”. Aunque ahora me estoy refiriendo a problemas de índole mundial, creo que las circunstancias que atravesamos en nuestro país nos ayudan a hacernos una idea de esto que estamos hablando.

La imagen que podríamos utilizar para entenderlo podría ser esta: una madre de familia con dos hijos a cargo pierde un buen día su empleo (el impacto). Esto le obliga a dejar de pagar la hipoteca y a hacer maravillas con la corta ayuda por desempleo para alimentar, curar y vestir a sus hijos, hasta que un buen día le informan que incluso la prestación se ha terminado…

Pensemos ahora que esta mujer estaba ya de por sí en “zona de peligro” antes de que llegara este revés o impacto en forma de desempleo de larga duración… El CAOS. Pues esto es justamente lo que ocurre en muchos lugares del mundo.

INFOrme de desarrollo humano: Gente vulnerable en un mundo vulnerable

Ya de por sí, dice el informe, de cada 100 niños que viven en los países en desarrollo (donde vive el 92% de todos los niños), 7 no superarán los 5 años de edad, no se registrará el nacimiento de 50, 68 no recibirán educación en la primera infancia, 17 nunca se matricularán en la escuela primaria, 30 sufrirán retraso en el crecimiento y 25 vivirán en la pobreza.

Y, por si fuera poco, a esto se suman los impactos añadidos, que son cada vez más frecuentes: inundaciones, tifones, sequías, epidemias, subida del precio de los alimentos, ataques armados, crisis económicas y un largo etcétera. No olvidemos que los desastres naturales afectan a más de 200 millones de personas cada año, la mayor parte de ellas en países en desarrollo. Y tampoco que el número de personas desplazadas a causa de conflictos o persecuciones (45 millones a finales de 2012), es el más alto de los últimos 18 años. Y algo que estamos sufriendo en nuestras propias carnes: los reveses económicos, que socavan cada vez más los beneficios sociales incluso en las sociedades industrializadas avanzadas.

Esto nos hace entender por qué el crecimiento económico o las exportaciones que logra colocar un país en desarrollo en el mercado internacional no son en absoluto garantía de nada. Con este panorama, no hay quien arranque. Hay casi 1500 millones de personas en el mundo en situación de pobreza multidimensional con carencias superpuestas en materia de sanidad, educación y nivel de vida, y cerca de 800 millones de personas son vulnerables a caer de nuevo en esta situación en cuanto se produce un impacto o un shock de los que hablábamos.

Pero procuremos retener lo que realmente importa: hay solución. Existe, y también el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) apunta en su informe en la misma dirección que UNICEF y muchos expertos: hay que centrarse en mejorar las condiciones de vida y las oportunidades de las personas más vulnerables, entre las que se encuentran los niños y sus familias, y hay que reducir urgentemente las brechas de desigualdad.

INForme de desarrollo humano: Una vez más, los niños son la clave

Las personas son vulnerables principalmente por dos razones: por el momento de la vida en el que se encuentran o por las circunstancias en las que le toca vivir.

No hay forma de conseguir un aumento de las capacidades y los recursos de las personas adultas que realmente marque la diferencia para hacer frente a las crisis si no se ha invertido en ellos cuando eran niños.

Sobre esto también habló ayer Gina Casar, la Administradora Adjunta del PNUD, durante la presentación del informe que hizo en Madrid. Como dijo esta experta de Naciones Unidas, “si la vulnerabilidad empieza en la infancia, no se recupera”.

La importancia de la inversión en la infancia ya la conocemos. Los niños que crecen a trancas y barrancas con desnutrición crónica y enfermedades graves, ven comprometido de por vida su desarrollo físico e intelectual y sus posibilidades de salir de situaciones de pobreza y exclusión. Estas privaciones de la primera infancia cristalizan en dificultades de aprendizaje, de aprovechamiento escolar y también de posibilidades de acceso y rendimiento en el mercado laboral durante su vida adulta. La suma de muchos casos como este se convierte en una losa hiperpesada de la que muchos países no se pueden liberar en muchas generaciones y que, por supuesto, les impide avanzar.

El informe incide en las estrategias que hay que poner en marcha para que nos encaminemos en la senda de desarrollo humano

  • Inversión en la primera infancia
  • Fortalecimiento de los sistemas de protección social
  • Promoción del pleno empleo
  • Políticas que garanticen una mayor cohesión social
  • Aumento de las capacidades para hacer frente a las crisis y conseguir la recuperación

Nosotros no nos cansaremos de repetirlo y de impregnar nuestras actuaciones de estas grandes líneas de trabajo, pero el cambio de gran calado solo acaecerá cuando sean los dirigentes del mundo los que con voluntad decidida las pongan en práctica. A ver si no tardan mucho, porque el tiempo es muy lento cuando no se tiene satisfechas las necesidades mínimas, realmente lento.

Post de Sara Collantes, responsable de Políticas de Infancia y Desarrollo de UNICEF España