Camino a Dadaab (Kenia)
Post de Christopher Tidey, Especialista de Comunicación en Emergencias de UNICEF
Conducir los casi 100 kilómetros de carretera de arena de la frontera somalí a los campamentos de refugiados en Dadaab (Kenia), es como una odisea de otro mundo a través de un paisaje árido, aparentemente ausente de vida. El coche da sacudidas y virajes bruscos para sortear los cuerpos sin vida de los animales cuyos huesos han quedado blanqueados por el implacable sol. Las ramas desnudas de los árboles y los arbustos son las señales de tráfico que me indican que he llegado a la tierra de la sequía y la muerte.
Entonces les veo. Veo los colores brillantes de la ropa de las
mujeres y los contornos de los bebés a sus espaldas. Veo a los
ancianos y a las mujeres arrastrando los pies, sin la ayuda de un
andador o de un bastón. Veo cómo los niños mayores ayudan a sus
hermanos pequeños a seguir el ritmo del resto de la familia. Las
expresiones lánguidas en sus rostros demacrados hablan de unmeticuloso viaje a pie de cientos de kilómetros en busca de
comida y agua. Todos ellos caminan por esta tierra echada
a perder hacia lo que esperan sea su salvación. Muchos de ellos no
lo lograrán.
Estos son los refugiados somalíes que buscan un alivio de la
sequía y el hambre en su patria. Miles de personasque tienen la suerte de sobrevivir al viaje llegan
diariamente a los campamentos de refugiados de Dadaab.
Cerca de 40.000 han arribado desde principios de
junio. Llegan agotados, hambrientos, muchos de ellos tras
haber perdido a sus familiares en el camino.
Entre los refugiados, son los niños los que realmente reflejan
el terrible sufrimiento humano que la sequía ha provocado. Con la
hambruna ya declarada en dos regiones del sur de Somalia y los
índices de desnutrición en niveles de emergencia en las regiones
áridas y semiáridas de todo el Cuerno de África, casi
720.000 niños se encuentran en riesgo de muerte si no reciben
asistencia urgente. En total, se calcula que 2.23
millones de niños de Etiopía, Kenia y Somalia sufren desnutrición
aguda.
En el Centro de Estabilización Hagadera en Dadaab me encuentro
con Abdile, padre de cuatro hijos. Uno de ellos,Aden, de tres años de edad, está
recibiendo tratamiento para la desnutrición severa
aguda.
"Debido a la sequía, hemos perdido todos nuestros cultivos y
animales y nos quedamos sin nada para comer", señala Abdile.
"Caminamos durante 25 días para llegar a Dadaab, en Somalia. Mi
esposa murió en el camino, así que ahora tengo que cuidar solo a
los niños".
Cuando Abdile y sus hijos llegaron al Centro de Estabilización
Hagadera, Aden estaba al borde de la muerte. Al
carecer de fuerzas incluso para tragar, fue trasladado al hospital
del campamento para recibir tratamiento de emergencia. Eso fue hace
seis días.
Sentado con Aden y con su padre
ahora, puedo ver que está recuperando de nuevo las fuerzas.A través de la alimentación terapéutica proporcionada por
UNICEF, la salud de Aden ha mejorado y ahora puede
sostener su cabeza sin ayuda. Sin embargo, su recuperación es
frágil. Su caso debe ser tratado con sumo cuidado por los médicos
del hospital. Aden pesa apenas cinco kilos y sufre infecciones
respiratorias y en la piel.
"Cuando vi a Adén hace seis días, estaba preocupado de que no
fuera lo suficientemente fuerte como para sobrevivir. Ahora estoy
encantado al ver que su estado ha mejorado", dice Patrick Codjio,
Especialista en Nutrición de UNICEF. "Cada vez que me voy del
hospital después de ver a los niños con desnutrición grave, confío
en que les volveré a ver, pero tampoco se sabe”.
El primer gran objetivo en el tratamiento de
los niños desnutridos en los centros de estabilización de Dadaabes conseguir que sean capaces de alimentarse a sí mismos
otra vez. Sentado en la cama del hospital junto a Aden,
Mohammad, de tres años, acaba de conseguir esta hazaña. Resulta
verdaderamente inspirador verlo.
Desafortunadamente, esta crisis está lejos de haber terminado.Es la peor crisis de seguridad alimentaria en África desde
hace 20 años, y la peor en el mundo en la actualidad. Por
cada Aden y Mohammad que sobrevivieron al viaje de Somalia, hay
otros miles de niños cuyas vidas aún se pueden perder en el camino
a Dadaab.