258.000 vidas
Por Raquel Fernández, directora de Comunicación de UNICEF España
Es un número, teclear 7 caracteres. Ahmadina, en la foto, no sabe que esta cifra es la suma de cada una de las personas que murieron en la hambruna de Somalia que se declaró el 20 de julio de hace dos años. La primera hambruna del siglo XXI, que nunca debería haber ocurrido, porque en este siglo tenemos conocimientos y recursos para evitar un horror como 258.000 personas, una a una, muertas porque no consiguieron alimentarse.
Más de la mitad de esas personas, 133.000(uno a uno), eran niños menores de cinco años. No
podemos perder de vista que la acción humanitaria consiguió salvar millones de vidas
en todo el Cuerno de África: sólo en Somalia se ha
conseguido reducir a la mitad el número de afectados por la
inseguridad alimentaria. Y seguimos trabajando sin
descanso para frenar esta locura. Y todos los días se salvan miles
de vidas.
Pero no todas.
258.000, 133.000 sin haber llegado a su quinto cumpleaños,
sucumbieron en esta primera hambruna. Pero un tercio de las
muertes infantiles está asociado a la desnutrición; en
rostros humanos se traduce en que 2,3 millones de niños
menores de cinco años mueren anualmente por causas relacionadas con
la desnutrición.
Todas las palabras se quedan pequeñas ante estos hechos. No
hace falta mucho más que poner los datos sobre la mesa y leerlos
dos veces. Millones de vidas salvadas gracias a la acción
humanitaria que sostienen personas que envían unSMS en una campaña, socios de organizaciones como
UNICEF, gobiernos que afrontan su responsabilidad con los derechos
humanos, fundaciones, empresas...pero millones de vidas
perdidas porque las necesidades son grandes y no llegan
recursos suficientes para afrontarlas de forma definitiva, y porque
para acabar con esta guerra silenciosa hay que abordar, como
especie humana que somos, las causas de fondo y atacarlas de
raíz.
Ahmadina vive en Dadaab, el campo de refugiados más grande del
mundo, a unos kilómetros de la frontera de Kenia con
Somalia. Allí la conocí en temporada de hambruna.Ella llegó a Dadaab de niña, hace más de diez
años, cuando huyó con su familia de esa larga guerra de Somalia a
la que ha logrado sobrevivir. Lo consiguió gracias a un gobierno,
el de Kenia, que acoge en su territorio el campo
de refugiados más grande del mundo y, sobre todo, gracias a la
ayuda humanitaria que ha garantizado su salud, su protección y el
acceso a una educación que ahora le permite trabajar ocasionalmente
como traductora.
Casi todos los días me pregunto qué pensaría Ahmadina
si supiera cuántas vidas cayeron por hambre en algo
técnicamente llamado hambruna. Si supiera que esta especie, en la
que esos 258.000 rostros humanos son iguales a los nuestros, tiene
recursos y conocimientos para que esto no ocurra. ¿Qué pensaría?
¿Qué nos diría si pudiera salir en un programa de máxima audiencia?
¿Qué les diría a quienes manejan el timón del mundo si los tuviera
delante?