La historia del hambre se puede cambiar

Post de Lorena Cobas, Responsable de Cooperación y Emergencias de UNICEF España

Después de un año de historias de hambre, de conflictos, de familias luchando por sobrevivir en el Cuerno de África, de las que pudimos ser testigos a través de la televisión y los medios de comunicación, tenemos que rendir homenaje a las historias de superación, de lucha y de supervivencia, que tienen caras y nombres.
Una respuesta humanitaria sin precedentes, un gran compromiso de los profesionales que allí trabajan, un gran apoyo de los donantes y una temporada favorable de lluvia nos han dejado historias de esperanza.

En Turkana, al norte de Kenia, una de las zonas más afectadas por la sequía y la desnutrición, Jimmy Loree (jefe de enfermería de la instalación de salud de Turkana) conduce 23 Km para llegar a Nakalale, un pueblo remoto y de difícil acceso. Se trata de un viaje relativamente corto, pero que ha marcado la diferencia entre la vida y la muerte de miles de niños de las poblaciones nómadas.  

“Estas poblaciones son muy pobres y si no nos acercamos a llevarles el tratamiento médico que necesitan, ellos no se habrían apartado de su camino en busca del agua, y hace meses que habrían muerto”.

A finales del 2011 las tasas de desnutrición aguda en esta región han bajado del 37% a un 13% (por debajo del umbral de la emergencia), lo que indica que llegar a las familias en su entorno y cultura marca una diferencia real.

En Etiopía, a Berida, una mujer muy delgada y con aspecto demacrado, ya sólo le quedan cinco cabezas de ganado de las 40 que tenía. La sequía ha ido matándolas poco a poco y las que aún tiene se están muriendo. Además, estaba preocupada por la salud de Firdoze, su hija menor, que sufría desnutrición aguda grave. Gracias a Kalidan Yimam, esta historia cambió de rumbo. Kalidan es un trabajador de salud que hacía controles nutricionales casa por casa, y que enseguida se dio cuenta de la situación de esta niña, y la llevaron al puesto de salud. Allí comenzó el tratamiento terapeútico, sólo en dos semanas había ganado un kilo. “Tenía mucho miedo de que mi hija muriese. Kalkidan vino a vernos y mi hija sobrevivió. No se puede imaginar lo feliz que estoy”, dice Berida. En Somalia, Binto llevó a su hija de dos años a una clínica infantil en Waberi porque tenía sarampión. “Después de recibir tratamiento con antibióticos y vitaminas se siente ya mucho mejor”. Lo más importante es que llevó a sus seis hijos a la clínica para que recibiesen la vacuna, porque no quiere que ninguno de sus hijos caiga enfermo. Hizo muy bien, porque el sarampión es mortal en un país como Somalia. En el año 2011 hubo unos 18.000 niños que sufrieron esta y otras enfermedades prevenibles, pero que resultan mortales para la infancia. Bisharo, la hija de Binto se recuperó, y sus hermanos forman parte ya del más de un millón de niños inmunizados contra el sarampión para hacer frente a su destino. Después de conocer estas historias, y del que puede que sea el mayor logro, la declaración del fin de la hambruna en seis zonas al sur de Somalia, es inevitable pensar que se puede hacer frente a este tipo de situaciones. Pero la crisis está lejos de terminar, aún hay más de 8 millones de personas que necesitan apoyo urgentemente, entre los que hay 320.000 niños con desnutrición aguda grave en Somalia. Estos son 8 millones de motivos, con cara y nombre, para seguir con nuestro compromiso con esta región del mundo.