¿Por qué el mundo debe ayudar a Pakistán?

Artículo de opinión publicado el 26 de agosto en CNN.com por Daniel Toole, Director Regional de UNICEF para el Sur de Asia. El representante del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia ha estado una semana recorriendo las zonas más afectadas por las inundaciones en Pakistán, donde ha podido reunirse con la población damnificada, conocer sus necesidades y evaluar la situación sobre el terreno.

"Desde el cielo, el mar de agua se extiende tierra adentro más allá del horizonte; recuerdos de un desastre distinto con una respuesta extrañamente distinta a la misma desesperación. Un paisaje de agua salpicado por las copas de los árboles, los postes de electricidad que flotan en el agua hacia ninguna parte y pequeñas parcelas de tierra con familias aisladas apiñadas junto a los restos que consiguieron salvar en su huída doliente de las crecidas a través del país. La quinta parte de Pakistán está anegada por las aguas. Imagínese si mañana se despertara por la mañana y se enterase de que toda Inglaterra o el estado de Florida están sumergidas por completo. Cultivos, mercados, carreteras, escuelas, comunidades y casas construidas con el esfuerzo de varias generaciones sumergidas en el agua, y muchas simplemente borradas del mapa. Tras varias décadas trabajando en situaciones de emergencia en todo el mundo, nunca antes había visto una devastación tan sorprendente. Lo único que se le asemeja en los últimos tiempos es el tsunami, con muchas más muertes, pero con un nivel de destrucción similar. El debate público que surgió en los primeros días del tsunami en Asia comenzó con un patrón muy parecido: ¿se podrían superar los enormes desafíos? ¿Se emplearía bien el dinero o caería quizás en manos de gente equivocada? Con tantos gobiernos distintos involucrados, ¿podrían los gobiernos, las Naciones Unidas y otros organismos humanitarios garantizar que los fondos llegarían a los más necesitados?Pero las potentes imágenes televisivas rápidamente desencadenaron un extraordinario torrente de apoyo humano, con grandes cantidades de dinero y recursos humanos. De hecho, la respuesta fue excesiva, y UNICEF dejó de captar fondos. Respuesta lamentablemente inadecuada Hoy, en toda la región afectada por el tsunami hay brillantes testimonios: desde plantas de alcantarillado ecológico hasta escuelas amigas de la infancia, o cómo los gobiernos nacionales y los organismos humanitarios reconstruyeron mejor. Lo mismo se puede hacer en Pakistán, pero la respuesta ha sido lamentablemente inadecuada. Estas aguas anegadas no van a desaparecer a corto plazo; la amenaza continúa siendo elevada, sobrepasando los esfuerzos de ayuda. El Gobierno estima que unos 20 millones de paquistaníes han resultado afectados de una u otra manera por las inundaciones, de los que más de ocho millones son menores de 18 años. Casi cuatro millones de niños constituyen la población más vulnerable, con riesgo de contraer enfermedades mortales transmitidas por el agua como la disentería, la diarrea y el cólera, así como las peores enfermedades endémicas como el sarampión y la poliomielitis. Visité un puesto de salud en la provincia de Sindh, donde el número de casos de diarrea aguda cuatriplica ya los niveles previos a las inundaciones, y los niños mueren rápidamente de diarrea y su más mortífero aliado, la deshidratación. Este no es momento de esperar. Sobre el terreno, hablé con muchas madres. Una de ellas tenía cinco hijos y nada con lo que salir adelante en medio de las moscas y un intenso calor –unos 40 grados--. El sudor caía por mi cara y mi cuerpo. Esta mujer huyó de las inundaciones con sus hijos, sin ningún alimento, sólo con la ropa que llevaba puesta. Hay cientos de miles, si no millones, de personas como ella. Tiene diarrea y sus hijos también están mal a pesar de vivir en un campamento seguro, donde se suministran alimentos cocinados y agua potable. Su tienda de campaña ofrece una protección irrisoria. ¿Cómo va a sobrevivir a este calor? ¿qué demonios van a hacer cuando llueva otra vez? Según el último recuento, cinco millones de paquistaníes estaban como ella: se han quedado sin hogar por las inundaciones. Cientos de miles de personas se enfrentan ya a la desnutrición, a las inclemencias del tiempo, las infecciones de la piel y las enfermedades respiratorias. La amenaza de epidemias aumenta día a día. Ante la mínima posibilidad de que las aguas desciendan, la atracción natural por volver a casa es abrumadora. Pero para muchos no ayudará la sensación de vacío y de pérdida, además de que no hay agua potable, ni tiendas de alimentos, ni animales, etc. La vida en un campamento es una vida en espera. Debe haber mejores formas de ayudar a las personas cuando estén en casa. Debido a que UNICEF y otros organismos humanitarios ya tenían equipos sobre el terreno, hemos sido capaces de liberar fondos de emergencia y empezar a proporcionar agua potable, vacunas, medicamentos, atención sanitaria y alimentos de emergencia y asistencia no alimentaria desde el inicio mismo de la crisis. Agua potable y vacunas Estamos observando un goteo constante de fondos, y ahora nosotros y nuestros socios estamos proporcionando agua potable a casi dos millones de personas al día y cerca de 800.000 niños han sido inmunizados contra enfermedades mortales. Y no es suficiente. Cientos de miles de personas permanecen aisladas de los suministros de ayuda. Hay escasez de médicos, trabajadores sanitarios, se necesitan 40 helicópteros. Falta casi todo. Hasta comprar jabón o cubos en esas cantidades es difícil. Hay mucha necesidad. Organizaciones serias como UNICEF, el Programa Mundial de Alimentos, Save the Children y el Organismo Internacional de la Cruz Roja / Media Luna Roja tienen una trayectoria larga y muy buena reputación en la ayuda a los más necesitados. La imparcialidad, transparencia y la orientación a los más necesitados primero están en el corazón del trabajo que hacemos en cualquier situación, y especialmente en situaciones de emergencia.Hay una profunda dignidad en la forma en que los paquistaníes se ayudan entre ellos. Están en Ramadán y no toman siquiera un sorbo de agua desde el amanecer hasta el anochecer. Vi esto en las secuelas del terremoto de 2005. Los trabajadores humanitarios, liderando los labores de ayuda, trabajaban durante todo el día para distribuir alimentos vitales, agua potable, medicamentos y tiendas de campaña a los millones de desplazados; los vecinos (existe una profunda tradición en Pakistán de ayudar a sus “biraderi” o miembros del mismo clan) compartían lo que tenían con otros desplazados; pilotos de helicópteros volaban en misiones de rescate, y trabajadores humanitarios pasaban sus días atendiendo a jóvenes, débiles, ancianos y desposeídos, compartiendo todos los alimentos disponibles al anochecer en tierras extrañas y secas a kilómetros de casa. Así es como comparten y muestran su humanidad común. El mundo ha demostrado una y otra vez  el firme espíritu de generosidad humana; más recientemente, en el terremoto de Haití, incluso durante una recesión. Esta vez,  el mundo ha sido inexplicablemente lento, inexplicablemente distraído. ¿Podría deberse a que se espera que un país –una potencia nuclear—debería saber cuidar de sí mismo? Pero este enorme desastre supera la capacidad de cualquier gobierno y los desastres no conocen fronteras, no respetan los pasaportes. Este desastre va mas allá de las personas, sus implicaciones marcaran el futuro de este país. La geografía de esta región, distribuida en las vastas llanuras bajo el techo del mundo, el Himalaya, es como la política de esta región: inestable. Esta falla frágil puede romperse fácilmente por falta de atención y de solidaridad. Así como los paquistaníes se han ayudado unos a otros, también nosotros, como miembros del mismo "biraderi", el mismo clan de humanos, debemos  estar a la altura en este  momento y responder a sus necesidades. Tenemos que hacerlo hoy. Demasiados paquistaníes siguen esperando.